Puedo contarte lo que estoy pasando desde mi rol docente, directivo y como ser humano que también tengo derechos pero se olvidaron de los míos. Un estado ausente para los docentes, superiores que no se han dignado a comunicarse conmigo ante varios avisos de lo que vengo viviendo que te paso a redactar.
Daniela, quiero contarte algo que me marcó profundamente. Hace un tiempo sufrí una situación muy dolorosa de violencia en redes sociales.
Como directora del Jardín de Infantes N° 917 “Ricardo Puricelli” de Tomás Jofré, siempre trabajé con compromiso, amor y entrega real hacia mi comunidad. Y por suerte, mi comunidad me conoce y me abrazó con fuerza. Me sostuvo, me dio ánimo y me recordó por qué estoy donde estoy.
Pero las agresiones que sufrí no vinieron de allí, sino desde afuera, de personas impunes, escondidas tras una máscara, que usaron las redes sociales para atacarme públicamente.
Fui víctima de robo de imágenes, calumnias, injurias y violencia de género.
Una violencia profunda y cobarde, que me estigmatizó no solo como trabajadora de la educación, sino también como mujer y como madre.
Con el tiempo entendí —con tristeza— que esas agresiones fueron consecuencia de una denuncia que realicé el año pasado: un niño con autismo, alumno del jardín, fue agredido física y verbalmente por una persona que trabajaba en educación, y esa violencia fue encubierta por otra trabajadora del sistema.
Yo denuncié. Formalmente. Penalmente. Como corresponde. Porque cuando uno tiene vocación verdadera, no se puede mirar para otro lado.
Lo más doloroso fue lo que vino después. De mis superiores inmediatos no recibí nunca una entrevista, ni una llamada, ni un gesto de contención. Nada. A pesar de haber informado lo ocurrido en reiteradas ocasiones, por canales formales, fui completamente ignorada por quienes deberían haberme protegido.
Hoy, quien me acompaña y orienta para seguir es una asociación de derechos humanos, que entendió que mi caso no es un caso aislado, sino parte de una problemática más amplia.
Y por eso me sensibiliza tanto todo esto.
Porque nos están dejando solos.
El Estado. Las estructuras. Las jerarquías. Nos dejan indefensos.
Sabemos —porque lo decimos todos los días— que los niños tienen derechos. Y está bien que así sea.
Pero… ¿y nuestros derechos?
¿Quién cuida a los que cuidamos?
Los docentes no solo enseñamos. Sostenemos infancias. Sostenemos familias. Sostenemos realidades complejas que muchas veces exceden lo pedagógico.
Necesitamos que alguien sostenga también a los que sostenemos. Gracias por escucharme, Daniela. Gracias por no mirar para otro lado.
Claudia Tilli
Directora
Jardín de Infantes N° 917 “Ricardo Puricelli”
Tomás Jofré – Mercedes
Gracias, El Arcón de Clio, por darme voz.
Gracias por escuchar mi historia, por no mirar para otro lado y por abrir un espacio donde los docentes reales podemos hablar desde el corazón.
Hoy me siento acompañada, y eso vale muchísimo.
Es tan triste leer lo que pasó esta compañera…Tan vil e hipócrita el sistema, la sociedad…
Pero si nos unimos, juntamos las voces; la realidad va a cambiar.
Felicitaciones a nuestra colega por su compromiso y valentía.
Estoy orgullosa de ella.
Gracias Claudia!
Hola estimada Marta , esa misma es la clave , UNIR NUSTRAS VOCES, que no nos arrebaten la palabra, yo sé que prefieren los silencios. Los silencios generan menos problemas. Pero no generan debates, no generan unión, estar unidos y debatiendo democráticamente para encontrar soluciones … Es parte de nuestra tarea docente… Enseñemos con ejemplo ! Estamos formando ciudadanos de derechos! Y haciendolos valer dejamos huella en este tan complejo y hermoso camino de la educación. Un abrazo