Aunque en los últimos 25 años aumentó el presupuesto universitario como porcentaje del PBI, las oscilaciones en el gasto dificultan la planificación del sistema. En años recientes hubo variaciones presupuestarias significativas: el año 2004 muestra uno de los valores más bajos de los últimos 45 años, mientras que se registran caídas leves en 2013 y 2015 y pronunciadas en 2018 y 2019
“Las recurrentes crisis económicas y desajustes fiscales que han impactado de lleno sobre los niveles inflacionarios (en Argentina, mayores al 30% anual en la última década) afectan directamente las finanzas de las universidades nacionales, que dependen de los fondos que les gira la Nación -explica Marcelo Rabossi, profesor e investigador de la Universidad Torcuato di Tella-. A este contexto de incertidumbre económica y dependencia presupuestaria, se le suma la cantidad de alumnos que crece a tasas mucho más aceleradas que la propia economía: casi el 80% de la población universitaria asiste a la universidad pública de forma absolutamente gratuita. De esta manera, se requiere por parte del Estado un esfuerzo fiscal cada vez mayor, lo que resulta problemático en una economía que en términos per cápita se encuentra paralizada desde hace una década”.
El presupuesto universitario se incrementó en el período 1974-2019. Después de alcanzar uno de sus niveles más bajos en 2004 ($48.221.394 a precios constantes 2019), el presupuesto universitario mostró una tendencia creciente hasta alcanzar su máximo en 2017: $139.036.959 a precios constantes de 2019. En 2018 hubo una reducción presupuestaria real del 14,2%, sumada a una del 16,1% en 2019. “La situación encuentra un correlato con la devaluación del peso respecto del dólar en ambos años, más la caída en el nivel de actividad económica”, explica el informe, y agrega que podría esperarse que ante el impacto del COVID-19, dicha tendencia hacia la baja se haya mantenido en 2020.
“El trabajo tiene la virtud de analizar de forma rigurosa la evolución del presupuesto universitario a través del uso de estadísticas, el análisis normativo y la comparación internacional. De la exposición de la información resulta claro que el sector universitario no ha salido indemne de un contexto económico sumamente complejo y con serias crisis económicas en su devenir- describe Juan Ignacio Doberti, docente e investigador de la UBA-. Resulta predecible que la tendencia creciente de la matrícula universitaria continuará en el futuro debido al aumento de la graduación en el nivel secundario y a las crecientes demandas del mercado laboral. En consecuencia, el análisis de los mecanismos de financiamiento de un sistema universitario que cada vez requerirá más recursos es imprescindible para un desafío ineludible”.
Al analizar el presupuesto universitario como porcentaje del PBI, se observa que el nivel más alto se alcanzó en 2012, cuando se llegó al 1%. “El esfuerzo estatal con el objeto de financiar al sector universitario fue en aumento a lo largo de los años analizados, aunque a partir de 2012 pareciera haber encontrado una especie de techo y, desde entonces, presenta una recorrido descendente y de manera pronunciada”, plantea el documento.
Al sumar el gasto en universidades privadas, que representan un 22% de la matrícula total, la inversión en el sector universitario ronda en 2018 el 1% del PBI. Dicho valor se encuentra bastante alejado del observado en otros sistemas universitarios, como los de EE.UU., Canadá, Reino Unido y Australia, donde el indicadores supera el 2% del PBI, así como Chile y Brasil en América Latina, donde la inversión supera el 1,5% del PBI, con un mayor aporte del sector privado.
“El acceso universal a la educación superior mejora las chances de que una porción mayor de la población económica activa pueda contribuir al desarrollo sostenible de la Nación. Se observa un importante crecimiento en la matrícula universitaria en Argentina desde el retorno a la democracia. Sin embargo, persiste la necesidad de disponer de más financiación universitaria” -opina Rodolfo De Vincenzi, Presidente del Consejo de Rectores Universidades Privadas-. “La educación sigue siendo un bien público, pero debería estimularse también la financiación privada. Aunque deben agotarse todos los esfuerzos con vistas a aumentar la financiación pública de la educación superior, es preciso reconocer que los fondos públicos son limitados y tal vez no resulten suficientes para un sector que evoluciona tan rápidamente. Deberían explorarse otras fuentes de financiación, en particular las que se basan en iniciativas conjuntas de los sectores público y privado.”
“Si queremos asegurar el desarrollo científico-tecnológico imprescindible para el futuro del país deberemos asegurar un fuerte incremento del financiamiento de la educación en general y de la universitaria en particular, tratando de recuperar de inmediato el 6 % del PBI que se planteó, y se cumplió en su momento con la ley de Financiamiento de la Educación, y plantearse metas de incremento gradual hasta alcanzar el 8-9 % del PBI para Educación, Ciencia y Tecnología -aporta Norberto Fernández Lamarra, Director de Posgrados de la Universidad Nacional de Tres de Febrero-. Requerimos un mayor financiamiento estable y creciente de la universidad argentina a partir de políticas universitarias que aseguren un desarrollo social y académicamente democrático, con los planes, cambios e innovaciones necesarios para ir construyendo entre todos la universidad que el país y nuestro futuro nos exige”.
Los autores explican que el financiamiento universitario en Argentina sigue un modelo “inercial”: tomando como base el año precedente y estimando la inflación del período “se asigna un porcentaje de acuerdo a las disponibilidades financieras del tesoro nacional”. Dada la fuerte suba de precios que atraviesa la economía argentina desde hace décadas –en los últimos 10 años, el aumento superó el 1.500%, lo que implica una variación anual por encima del 30%–, los autores plantean que “no resulta extraño que las universidades hayan enfrentado significativas oscilaciones presupuestarias de un año al otro”.
Esta volatilidad, consecuencia de los vaivenes de los ciclos económicos del país, ha reducido “los grados de libertad con los que cuenta la universidad nacional, impidiendo así llevar adelante una planificación estratégica de mediano o largo plazo con el objetivo de cumplir de manera más eficiente su propia misión”, señalan los autores.
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