Dentro de América Latina, “Argentina está por encima del promedio en cuanto a participación femenina en ciencias, y esto tiene que ver con razones culturales, económicas –las profesiones mejor remuneradas son ocupadas mayormente por varones–, y también con que las mujeres estamos siendo mayoría en las carreras universitarias en general”, señala Ana Franchi, presidenta del Conicet, la segunda mujer en ese cargo desde la fundación del organismo, en 1958. Al igual que ocurre en otros ámbitos, la desigualdad de género es moneda corriente en el campo científico: solo el 29 % de quienes se dedican a la investigación en el mundo son mujeres, y su representación en las llamadas disciplinas STEM (sigla en inglés de «ciencias duras, tecnologías, ingenierías y matemáticas») es aún menor.
Es por esto que la ONU aprobó en su Asamblea General de diciembre de 2015 celebrar cada 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con el fin de apoyar la labor de investigadoras mujeres e impulsar vocaciones científicas tempranas. En Argentina, si miramos los números del Conicet, hay un 53 % de investigadoras y un 60 % de becarias. Es un porcentaje alto si se compara con Europa y Estados Unidos, donde el promedio de mujeres en ciencias es del 35 %, y en Japón, apenas del 17 %.
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