2. Sonría: se está filmando
Desde hace tiempo me sorprende la afinidad que tienen los jóvenes estudiantes con las pantallas, y no sólo desde el rol de consumidores de productos multimediales, son además, ya gracias a la web 2.0, productores de contenidos, o prosumidores (en su doble rol) de tecnologías. Los vemos filmarse cotidianamente, y/o transmitir en vivo por cualquier motivo. Están muy cómodos con ello.
Mi intimidad termina donde comienza tu extimidad
Por algún lado escuché el término extimidad, que se refiere a los límites de la privacidad que se van corriendo para los adolescentes, y lo que para nosotros es ámbito de lo privado, para ellos no. A veces nos sorprendemos por ciertas publicaciones de nuestros estudiantes, que hacen públicas en las redes sociales, y les preguntamos: ¿cómo te animaste a subir eso?
Pero vale aclararlo, que se corran los límites de la privacidad, no significa que no los haya. Los adolescentes saben qué mostrar y qué no (la depresión, la inseguridad y la angustia por ejemplo, siguen siendo parte del terreno de lo privado)
Y así como ellos están muy cómodos con la exposición en “primerísimo primer plano”, nosotros nos sentimos cómodos con lo gráfico (filminas, redes conceptuales y cuadros sinópticos son lo “nuestro”)
Los docentes somos los genios todopoderosos de las presentaciones con diapositivas, proyector en mano, podemos con cualquier capacitación. Pero filmarnos para comunicarnos de manera más directa con nuestros estudiantes, no es algo que esté en los primeros lugares de nuestra lista de prioridades.
Y me llama la atención que esto sea así, ya que todo docente, y lo digo como formador de formadores, maneja muchas herramientas, técnicas discursivas y corporales para llevar con soltura cualquier clase, o para ser el conductor de un masivo acto escolar. Sin embargo, no solemos tener esa soltura cuando nos proponen filmar las clases, o armar una clase virtual utilizando la red (en plataformas como youtube, o los programas de videoconferencias como Zoom o Skype)
La idea de ser docente youtuber queda relegada para “algún día”.
Creo que somos hijos de 1984, del gran hermano Orwelliano. Fuimos criados con discursos de lo malo que eran las pantallas, a merced de “la caja boba”, estar muchas horas frente a la tv era sinónimo de ignorancia (a pesar de excelentes programas educativos como Telescuela Técnica, ¿se acuerdan?)
Y las cámaras se popularizaron a la par del crecimiento de la inseguridad y el corrimiento del Estado de uno de sus pilares fundantes, garantizar la seguridad de todos.
Las cámaras se transformaron en auténticos panópticos tecnológicos que nos advertían con carteles: “Sonria lo estamos filmando”. Reforzadores de la conducta.
Tal vez por eso nos cuesta tanto dar ese paso. Nos cuesta exponernos a las cámaras. Más por desconfianza que otra cosa.
La cuarentena es una oportunidad, porque sabemos que el contacto visual es importantísimo en toda relación pedagógica, aunque este contacto sea mediado por TIC. Los recursos están allí, esperándonos al alcance de nuestra mano, será cuestión de animarse y darle al REC.
Mientras tanto estamos desaprovechando un excelente canal (nunca mejor dicho) de diálogo con nuestros estudiantes.
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