El rol del profesor.
Este es sin duda un tema controvertido y que genera gran cantidad de preguntas. ¿Pueden usarse las controversias de agenda política y social actuales como instrumentos para la enseñanza? ¿Es correcto que los profesores compartan su visión sobre un determinado tema político con los alumnos?
Antes de comenzar a abordar estas preguntas, debe subrayarse un elemento fundamental para entender la política en el aula: El respeto debe ser la base de la discusión política en el salón de clases.
En cuanto a las opiniones de los profesores, el debate se encuentra abierto en la literatura. Lo cierto es que existen profesores que prefieren no expresar su opinión política sobre determinados temas y otros cuyas ideas se hacen evidentes, o incluso su participación política fuera de la universidad es conocida por los alumnos. Aquí no existe un consenso sobre que debería hacerse o no. El profesor asume una posición neutral cuando presenta diferentes interpretaciones sobre el mismo tópico y modera la discusión de los estudiantes. Es probable que en algunas ocasiones sea mejor que los profesores compartan su visión, y en otras que no lo hagan, lo cual dependerá mucho del contexto y del tema que se esté debatiendo. Pero más allá de expresar su opinión política, los profesores deben permitir que se debatan y se presenten puntos de vista con los que no están de acuerdo.
El rol más importante que debe cumplir el profesor es el de moderar y fomentar el debate, poniendo en tela de juicio sus propias posiciones. Impulsando el análisis critico de los contenidos por parte de los alumnos y garantizando la pluralidad de voces y el respeto a las opiniones diversas. Si el profesor toma postura en un debate político donde existe polémica generalizada, debe permitir también que sus posiciones sean puestas en cuestionamiento y que existan argumentos solidos que puedan sustentar diversas posiciones.
Así, el profesor tiene el deber de garantizar una cultura de ecuanimidad y respeto dentro del salón de clases. Esto significa ser justo, prudente y moderado con todas las visiones que se presentan, especialmente en aquellos casos que despiertan más polémica. Quizas la actitud más preocupante es lo que Hees y McAvoy definen como political seepage, que tiene su expresión en comentarios sarcásticos sobre una posición determinada, o humor político partidario, que conlleva a una atmósfera poco académica del debate político.
De las mayores preocupaciones abordadas por la literatura radican en la posibilidad de adoctrinamiento.
Un profesor estaría “adoctrinando” cuando transmite sus convicciones políticas como certezas absolutas que el estudiante debe asimilar, y no brinda la posibilidad de acceder a discursos alternativos. Esto no solamente es una actitud no deseable para el debate político, sino incluso para el desarrollo del conocimiento académico.
Hees & McAvoy (2014). The Political Classroom. Evidence and Ethics in Democratic Education. Londres:
Routledge.
A diferencia de lo que puede suceder en la educación primaria o secundaria, se espera que los alumnos que forman parte de la educación superior estén la menos mínimamente informados de los eventos de la coyuntura política. Por esto, en el aula, el rol de los profesores no puede acaparar la discusión política.
Dar la posibilidad para que los alumnos expresen su visión de la realidad sin coartar opiniones con las que pueda disentir, es de suma relevancia.
Conclusiones.
Como afirmaba John Locke (1632-1704), uno de los más influyentes pensadores británicos, padre del sistema político del Reino Unido y uno de los grandes exponentes del liberalismo político: “la única defensa contra el mundo es un conocimiento perfecto de él”. El conocimiento de las cuestiones de coyuntura política y de los grandes debates en esa materia, es fundamental para el desarrollo integral del alumno universitario. La educación superior es uno de los espacios donde los jóvenes pueden adquirir una formación sólida en estos temas.
Si comprendemos la universidad como un espacio abierto de diálogo, que no debe concentrarse exclusivamente en el dictado de programas de estudio, sino en el debate de aquellos temas que preocupan a los alumnos, la política no puede dejarse por fuera de las aulas.
Es esperable entonces que la universidad sea una institución política, en el sentido amplio de la definición,
y que aborde las cuestiones que preocupan a la sociedad y a los alumnos como parte de ella, pero sin transformarse en una institución partidaria. Esto tiene que ver con el respeto a la pluralidad de voces y opiniones.
En cuanto al rol de los profesores, como se expresó anteriormente, la actitud deseable tiene que ver con el fomento del debate político con un rol moderador o participante pero siempre garantizando la atmósfera de respeto por la pluralidad de opiniones y presentando visiones alternativas que conlleven a los alumnos a cuestionarlo, y cuestionarse. El rol ideal del profesor es de quien fomenta, guía y garantiza un debate ordenado, serio y respetuoso8.
8 Núñez, Pedro (2013). La política en la escuela: Jóvenes, Justicia y Derechos en el espacio escolar. Buenos Aires: La crujía ediciones.
Debemos garantizar que el aula no se transforme en un debate sin contenido sobre opiniones políticas, sino donde se permita indagar en las cuestiones profundas y el contexto global, brindando una visión integral de los problemas cotidianos. Así, no solamente podemos contribuir a una formación más completa de los alumnos, sino que también enriquecer el debate público a nivel nacional, contribuyendo a reforzar el sistema democrático en el país.
Sé el primero en comentar