Interpretando los “palacios” minoicos: fuentes griegas, arqueología y religión

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La utilización de las fuentes clásicas para estudiar a la llamada cultura minoica surge de una necesidad documental y metodológica. Documental porque los sistemas de escritura autóctonos (la escritura Lineal A y la escritura jeroglífica) no han sido descifrados (véase Marangozis, 2007); y metodológica porque sir Arthur Evans se basó en ellas para generar una visión particular acerca de esta sociedad. Precisamente, en primer lugar, analizaremos cuál es la influencia de las fuentes helénicas sobre los estudios minoicos. Con esta intención seleccionaremos las tradiciones más utilizadas por los investigadores y, a continuación, estudiaremos qué tipo de percepción se generó sobre la
sociedad minoica teniendo en cuenta los aspectos religiosos. En segundo lugar, examinaremos las contradicciones existentes entre el registro arqueológico y el tipo de sociedad que los investigadores de estos testimonios sugieren para la población de la isla de Creta durante la edad de bronce.
Las narraciones clásicas fueron utilizadas incluso antes del descubrimiento del “palacio” de Knossos. Diferentes historiadores alemanes le habían otorgado la nomenclatura de “minoica” teniendo en cuenta que allí había vivido el mítico rey Minos (Karadimas & Momigliano, 2004). Pero el descubrimiento de Troya por parte de Heinrich Schliemann en 1870 significó un cambio substancial para la lectura de muchas de las narraciones griegas. A
partir de este hallazgo (y las sucesivas excavaciones en Micenas y Tirinto), el mundo académico de finales del siglo XIX y principios del XX tuvo que rever los análisis predominantes hasta ese entonces. Básicamente, una gran cantidad de relatos que se consideraban míticos comenzaron a ser leídos bajo la posibilidad de tener una base histórica. Las nuevas perspectivas teóricas tuvieron que contemplar que muchos de los sucesos expresados por medio de la tradición clásica contaran con un fundamento más o menos verídico. Según esta concepción, muchos de los relatos trasmitidos por los escritores antiguos podían contrastarse a través del estudio de los restos arqueológicos. Filólogos, arqueólogos e historiadores comenzaron a analizar los textos clásicos intentando comprender en qué medida expresaban sucesos verídicos. Años más tarde análogamente al descubrimiento de Troya en 1896 Sir Arthur Evans inició las excavaciones en lo que hoy conocemos como el “palacio” de Knossos (véase Cottrell, 1958) y Rubin, 1993)Es preciso destacar que las referencias a Creta y al rey Minos se encuadran en textos donde la temática principal es otra. Como consecuencia, contamos  con una variada cantidad de fragmentos diseminados en las obras clásicas, en las cuales se relatan diferentes aspectos del monarca cretense según la intención de los escritores. No obstante, es posible notar que la figura del rey Minos es principal en todos los relatos que se refieren a Creta. En ellos, los autores tienden a resaltar ciertos aspectos de su imagen que analizaremos en el
subtítulo.
Por su parte, es necesario acentuar que ninguno de los autores que citaremos fue contemporáneo a la cultura minoica, por lo cual las particularidades que reseñan en sus textos probablemente provengan de una tradición anterior trasmitida oralmente (véase Starr, 1955, 287–289 y Dow, 1967). Finalmente, concordamos con Niemeier (2004, 395) en que, por lo general, se seleccionan las fuentes según los intereses específicos de los investigadores y según su postura teórica. Por esta cuestión, como ha denunciado Starr no es pertinente abandonar la tradición clásica por más que pueda existir cierta parcialidad por parte de los autores que trasmiten esta tradición (Starr, 195
con una variada cantidad de fragmentos diseminados en las obras clásicas, en las cuales se relatan diferentes aspectos del monarca cretense según la intención de los escritores. No obstante, es posible notar que la figura del rey
Minos es principal en todos los relatos que se refieren a Creta. En ellos, los autores tienden a resaltar ciertos aspectos de su imagen que analizaremos en el subtítulo.
Por su parte, es necesario acentuar que ninguno de los autores que citaremos fue contemporáneo a la cultura minoica, por lo cual las particularidades que reseñan en sus textos probablemente provengan de una tradición anterior trasmitida oralmente (véase Starr, 1955, 287–289 y Dow, 1967). Finalmente, concordamos con Niemeier (2004, 395) en que, por lo general, se seleccionan las fuentes según los intereses específicos de los investigadores y según su postura teórica. Por esta cuestión, como ha denunciado Starr no es pertinente abandonar la tradición clásica por más que pueda existir cierta parcialidad por parte de los autores que trasmiten esta tradición (Starr, 1955).

 Jorge Cano Moreno. Universidad Católica Argentina. [email protected]. Julián Macías (Editor)

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