En el Día de la Alfabetización, la opinión de una Especialista en Educación de Adultos.
Pensar en quienes habitan las aulas de la Educación Permanente de Jóvenes y Adultos es pensar en historias, en biografías, en trayectorias truncadas, es pensar a los sujetos en sus contextos y transformaciones, es pensar en un sujeto situado, diverso, complejo, de derecho.
Según María Teresa Sirvent, (…)” la Educación de Jóvenes y Adultos refiere a las experiencias educativas organizadas, con intencionalidad educativa destinadas tanto a completar la educación inicial para quien no pudo hacerlo en la edad correspondiente, como a enriquecer la formación de una persona a lo largo de toda la vida. Se trata de las experiencias dirigidas a los jóvenes y adultos de 15 años y más que en algún momento transitaron por la escuela pero ya no están en la escuela.
Dentro de la Educación de Jóvenes y Adultos se incluyen entonces las escuelas primarias y medias de adultos (destinadas a sujetos que ya no están en el tren de locomoción normal porque no tienen la edad normalmente esperada para ese tránsito, ya sea para la realización completa o sólo el completamiento y la finalización de cada nivel) así como una multiplicidad de experiencias heterogéneas respecto de sus contenidos, objetivos y metodología, etc…”
La mayoría de las personas que concurren a las escuelas o centros de jóvenes y adultos han transitado, en algún momento, alguna instancia del sistema educativo que los han marcado de forma negativa, incidiendo en la percepción que poseen de sí mismos. Se les ha vulnerado el derecho a la educación dejando huellas que condicionan la posibilidad de que los sujetos se reconozcan a sí mismos como personas capaces de aprender, que pueden, evidenciando la culpa, la vergüenza, la falta de confianza y la desvalorización. Los ha marcado “el no puedo”…
Es necesario destacar que los jóvenes y adultos sean reconocidos como sujetos portadores de saberes, capaces de construir conocimiento por fuera de lo estrictamente académico, lo cual les permite desenvolverse cotidianamente en la sociedad, en sus comunidades y en sus trabajos. Por ello, el sentido de la enseñanza debería ser, resignificar ese conocimiento, brindando nuevas formas de decir y nombrar que les permita traspasar los límites. Saberes socialmente significativos y contextualizados.
Para estos jóvenes y adultos, en general, finalizar el tramo de los estudios obligatorios es mucho más que la obtención de un título que habilita para una mejor calidad de vida. Significa la posibilidad de aprender a aprender, de aprender a emprender, de continuar aprendiendo con su propio estilo y de asumirse como un sujeto social a partir de la revalorización de sus capacidades. Hoy, esnnecesario pensar en la adquisición de nuevas competencias que pongan a estos estudiantes en un mayor nivel de igualdad, frente a otros sujetos y que le permitan insertarse en el mundo actual. Aquí cobra especial importancia incorporar en el aprendizaje y en la enseñanza, habilidades y destrezas que permitan el pasaje de la información y la comunicación al aprendizaje y el conocimiento para el empoderamiento y la participación. Y para ello, se deben pensar acciones que vayan más allá de la escuela. Se requiere que los decisores del sistema educativo (nacional y/o provincial) pongan en agenda a la Educación, y en este caso, a la Educación de Jóvenes, Adultos y Adultos mayores
En el aula, se presenta una complejidad específica que tiene que ver con la distancia entre la cultura de los jóvenes y la adulta, sus intereses en relación con el estudio, las experiencias de vida previas e incluso entre jóvenes las diferencias entre diversas culturas juveniles, La heterogeneidad de estas aulas implica considerar diversas expectativas, motivaciones y necesidades respecto al aprendizaje, mediadas por las historias de vida de cada uno de los sujetos que asisten. Ello, implica pensar nuevos formatos que se adecuen a sus intereses y necesidades, a sus tiempos, a sus conformaciones familiares, y a las demandas del mercado laboral.
En este sentido, es necesario resaltar el significado que estos sujetos – estudiantes le atribuyen a la Educación de Adultos como un espacio de recuperación de la identidad, de la palabra y de logro de una mayor conciencia de sus derechos. Estos aspectos se relacionan, con una revalorización de sí mismos y una reconstrucción de su autoestima. Mucho han luchado para sentirse reconocidos, y mucho queda por hacer al respecto desde otros lugares. Especialmente, al momento de pensar políticas que favorezcan la articulación entre la Educación de jóvenes y adultos con otros niveles y/o modalidades del sistema educativo, propiciando que los estudiantes egresados del nivel secundario, cuando deciden continuar sus estudios, puedan insertarse en propuestas educativas de Nivel Superior , en cualquiera de sus orientaciones, o en la Universidad, con éxito. Cada día es mayor ese deseo de superación y poder alcanzar ese logro, una deuda pendiente que tienen con ellos mismos, pero que, debe ser saldada por aquellos que tienen en sus manos la conducción de la Educación.
En el recorrido que hacen los estudiantes que acceden a la “modalidad de la segunda oportunidad”; es muy importante la relación con sus docentes, relación que sobrepasa el umbral del aula. La tarea del docente no sólo centrada en los procesos de enseñanza y aprendizaje sino en los aspectos afectivos, vinculares. Un maestro que “escucha”, de un docente “continente” de sus problemáticas cotidianas y “consejero” para enfrentarlas, como facilitador del ingreso y estimulador de la continuidad de los adultos en las instancias educativas. Pero sobre ellos, hablaremos en otra entrega.
La Educación de Adultos debe hacerse visible y superar esa perspectiva compensatoria fragmentada en la que muchos intentan encasillarla. Debe estar pensada como una política pública que facilite la construcción de espacios educativos democráticos, que aseguren tanto el logro de las acreditaciones de los niveles formales de educación como el enriquecimiento de los conocimientos y capacidades de quienes transitan sus aulas, formando ciudadanos críticos, propiciando acciones articuladas entre la escuela, la familia, las organizaciones sociales y la comunidad dirigidas a la educación del ser humano en todas las etapas de su vida. Una política pública que ponga su eje en este sujeto más allá de cualquier cambio de gobierno y de gestión.
Esta nota de opinión fue realizada por Marcela Abete para la Revista.Perfil de Marcela Abete Marcela Abete es de Necochea,mamá de Eleonora. Licenciada en Educaicón. 35 años de experiencia en la docencia. Diplomada en Políitcas Públicas con enfoquede Derechos. Ex Inspectorade la Enseñanzade Adultos y FP. Profesora especializada de Educación de Adultos y Jóvenes. Profesora, Capacitadora, Asesora educativa y Coordinadora Académica en el Nivel Superior. Coordinadora pedagógica regional a Distancia.
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