La Civilización en Debate Historia contemporánea: de las revoluciones burguesas al neoliberalismo

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La Revolución Francesa expresó la determinación de la burguesía de liquidar esos privilegios. Por esto, uno de los ideales centrales de esta revolución fue la libertad, entendida como la determinación de construir una sociedad en la cual la cuna no otorgara privilegios que premiaran o condenaran a los hombres a lo largo de su vida. Por el contrario, los burgueses consideraban que cada hombre debía alcanzar el lugar que él mismo fuese capaz de conseguir. Y el terreno en el cual los hombres debían dirimir su ubicación en el mundo, su condición de ganadores o perdedores, no era otro que el mercado.
Sin embargo, la burguesía era todavía una clase demasiado débil como para poder derribar por sí sola a este antiguo y aún poderoso poder aristocrático, por lo que intentó aglutinar tras de sí a otros grupos sociales postergados –fundamentalmente artesanos y campesinos, pequeños propietarios. Un segundo ideal, el de igualdad, permitía unificar las demandas. A diferencia de lo sostenido tradicionalmente por los estamentos privilegiados, las nuevas ideas afirmaban que los hombres debían nacer libres e iguales, que el lugar de nacimiento de una persona no debía marcar a fuego su destino. El ideal de igualdad implicaba un fabuloso aglutinante, un eslogan, un valor que permitió encuadrar detrás del liderazgo de esta burguesía en ascenso al resto de las clases sociales postergadas.
Estos dos ideales –el de libertad y el de igualdad– adquirieron un papel central en las sociedades occidentales a lo largo de todo el período estudiado en este libro, pero van a estar en permanente tensión. Porque, en realidad, a la burguesía no le preocupaba demasiado la suerte de los demás grupos sociales postergados: sólo le interesaba consagrar la idea de que los hombres nacían iguales, para que inmediatamente dejaran de serlo en el terreno del mercado, a partir del uso que hiciesen de su libertad. Así, la igualdad que concebía la burguesía era una igualdad
para diferenciarse. Esta concepción de la relación entre los ideales de libertad e igualdad, que subordinaba claramente el segundo al primero, no coincidía con la interpretación que hacían otros sectores sociales que consideraban que las nuevas sociedades a construir deberían tener como eje a la igualdad y como componente subordinado a la libertad. Es decir, se planteaba que los hombres debían ser solidarios entre sí, que deberían tener formas de vida y patrimonios similares, y conservar esa equivalencia a lo largo de sus vidas. Para ellos la igualdad era el principal valor que caracterizaba a la Revolución Francesa y, para garantizarla, se sostenía que el Estado debería adquirir una matriz social que le permitiera velar por la igualdad entre los hombres, poniendo límites a la capacidad de acumulación individual que acababa por diferenciarlos, por propiciar situaciones de explotación del hombre por el hombre.

A lo largo del siglo XIX, esta matriz social se desarrolló a partir de dos vertientes: una de ellas, íntimamente vinculada con la antigua idea comunitaria del cristianismo; la otra, identificada con el socialismo. Junto con los valores de igualdad y libertad, la Revolución Francesa aportó un tercer ideal: la fraternidad entre los hombres, que fue levanta- do en un principio y, en adelante, únicamente de manera intermitente.
Cuando la burguesía revolucionaria planteó la idea de fraternidad lo  hizo afirmando que el principal deber de los hombres era con los otros hombres, sus “iguales”, y no con la aristocracia o con la monarquía que los sojuzgaba, según lo dictaminado por el orden estamental. Esto implicaba sostener que los pueblos debían ser fraternales entre ellos en su lucha de liberación respecto del poder aristocrático, ya que todos en conjunto formaban parte de una misma especie, la especie humana, que no admitía privilegios ni dotes excepcionales surgidos de la cuna.

Sin embargo, con el paso del tiempo –y una vez que la burguesía y su forma de entender el mundo consiguieron adquirir un carácter hegemónico,el ideal de fraternidad fue muy cuestionado por los gobernantes y las burguesías nacionales, ya que permitía definir a un hombre universal, a un hombre que se encaminaba hacia algún tipo de liberación y para ello orientaba su acción hacia la destrucción de cualquier tipo de coerción incluido, por supuesto, el poder estatal– para dar vida a una sociedad comunitaria e igualitaria. Y ni qué decir de cómo se daba de bruces este ideal de fraternidad con el vergonzoso trato que recibían las poblaciones nativas extracontinentales de parte de las “civilizadas” naciones europeas en su calidad de metrópolis coloniales. En verdad, ni en el gobierno doméstico ni en la administración de sus territorios imperiales las clases dirigentes occidentales se ocuparon seriamente de impulsar la vigencia de este valor: por el contrario, su interés radicó siempre en dividir a los hombres para poder gobernarlos con mayor facilidad. Por esta razón, una vez que la Revolución Francesa consiguió triunfar, el ideal de fraternidad entre todos los hombres del mundo fue reemplazado por la idea nacional, del vínculo cultural y simbólico y, en muchos casos, genéticoque unía a los miembros de una misma comunidad nacional, y que debía resultar lo suficientemente sólido como para permitir relativizar las profundas diferencias de clase que aquejaban al cuerpo social. Por esta razón, los hombres públicos de las sociedades burguesas plantearán constantemente que el principal deber del hombre no era con la especie humana, sino con quienes comparte un mismo destino común.
De este modo, “igualdad-libertad” y “fraternidad-nación” constituyen los dos principales núcleos de tensión que presentó la Revolución Francesa. En su momento, estos valores permitieron liquidar el poder aristocrático absoluto y poner en marcha procesos de modificación estructural. Sin embargo, no hay que perder de vista que la Revolución Francesa fue revolucionaria sólo hasta un punto: aquél hasta el cual la burguesía estaba dispuesta a ser revolucionaria. En efecto, la burguesía no quería poner el mundo “patas para arriba”, ya que no quería construir una sociedad de iguales. Su objetivo, a partir de la Revolución Francesa, simplemente consistió en generar sociedades en las cuales no existieran más los privilegios de nacimiento, pero donde las diferencias entre las clases sociales quedaran marcadas y consolidadas a través de los nuevos valores e instituciones del liberalismo triunfante. Por esta razón, durante la Revolución Francesa, la burguesía fue revolucionaria en su decisión inicial de acabar con el poder aristocrático, pero cuando advirtió la gestación de un peligro mayor es decir, que los pobres, los miembros de las clases marginales y más desplazadas intentasen llegar a gobernarse por sí mismos, modificar sustancialmente su situación y dar a luz un mundo en el que la igualdad fuese la pauta, y no ya la libertad no tuvo inconvenientes en modificar su plan original, y buscar una alianza con una aristocracia ya decrépita y debilitada. Así, con los sectores populares a la izquierda y la aristocracia a la derecha, la burguesía pudo presentarse a sí misma como expresión de equilibrio, del justo medio.

Por este motivo, las expectativas de la burguesía francesa –y de la internacional en general– a lo largo del siglo XIX dejaron de pasar por profundizar y llevar la revolución hasta sus últimas instancias, para trenzar una alianza con las aristocracias que le permitiesen controlar a las clases inferiores y explotarlas en beneficio mutuo. Y en esto, precisamente, está situado el límite de la Revolución Francesa: en su carácter de revolución burguesa, instrumental para los intereses de la burguesía. Esta afirmación no implica una negación de la existencia de tendencias más revolucionarias, más igualitarias y más populares, de movimientos que apuntaban a la construcción de una sociedad socialista o elementos que de algún modo anticipan el anarquismo. Pero, de hecho, la conducción de la Revolución Francesa fue esencialmente burguesa durante todo su curso.
Sin embargo, la existencia de esas otras tendencias serviría como inspiración para la acción de numerosos partidos políticos y movimientos sociales, para la gestación de ideales de hombre y de sociedades, desde entonces y hasta la actualidad. En tal sentido, el ideario burgués tuvo que enfrentar a otros dos universos ideológicos que serán estudiados en detalle en este libro: el socialismo y el anarquismo. En ambos casos aparece un horizonte, un objetivo final: la construcción de una sociedad sin clases y la liquidación del Estado, considerado como un instrumento de
opresión, de dominación del hombre por el hombre, aunque, por cierto, las estrategias y los procesos a través de los cuales se proponía esa liquidación del Estado y la construcción de una sociedad de iguales difirieron en ambos casos

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Acerca de Alberto Lettieri 35 Articles
Es Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires e Investigador Independiente del Conicet, en el IELAC/FCS /UBA.Ha sido Director Académico del Instituto de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, 2012-1015. Director de las Diplomaturas Historia Argentina. Inst. Dorrego-Museo de los Trabajadores Eva Perón, La Plata, 2015 y Historia Argentina en Latinoamérica, Instituto Dorrego-Ministerio de Gobierno de la Provincia de Mendoza, 2013-2014. Co-Director: Especialización en Historia Política Argentina, UCES, 2014-1015. Director: Especialización en Historia Argentina y Latinoamericana, FFyL/UBA, 2006 y Director: Área Problemática del Mundo Actual, UAI, 2005-2008. Es Profesor titular regular UBA de las materias: Historia de los Sistemas Polìticos y Historia Argentina II Facultad de Filosofía y Letras y de Historia Social General/Facultad de Ciencias Sociales, y Profesor Titular: Historia del Derecho, Universidad de Palermo Ha dictado mas de una veintena de cursos de doctorado y posgrado en diversas instituciones del paìs y de América Latina. Ha publicado editoriales en Miradas al Sur, Tiempo Argentino, Ñ, Pàgina 12, Veintitrés, La Gazeta de Tucumán, El Dìa de Mendoza, Infobaires 24 y actualmente en CadenaBA, y en diversos medios del paìs y del exterior. Ha conducido el programa Claves Para Construir la Otra Historia entre 2013 y 2015 por AM 740, y ha sido columnista de numerosos programas de Radio y Cable. Principales Libros Publicados: - La batalla cultural y la mirada de la historia, Ross, Rosario, 2014. - La historia argentina en clave nacional, federalista y popular, Norma/Kapelusz, Buenos Aires, 2013. - Problemática del mundo actual. Globalización y capitalismo, Universidad Abierta Interamericana, Buenos Aires, 2007. - Seis lecciones de política, Prometeo, Buenos Aires, 2da. Edición ampliada, 2007. - La construcción de la República de la Opinión. Buenos Aires en la década de 1850, Prometeo, Buenos Aires, 2006. - Discutir el presente, imaginar el futuro. La problemática del mundo actual, Edición ampliada, Prometeo, Buenos Aires, 2006, Director. - Industrialización y desarrollo.un acercamiento a los procesos económicos contemporáneos, Biblos, 2004, ISBN: 950-786-411-3, 220 pgs., Coautor. . - La civilización en debate. Historia contemporánea de las revoluciones burguesas al neoliberalismo, Eudeba, Buenos Aires, 2003. - La vida política. Armas, votos y voces en la Argentina del siglo XIX, F.C.E., Buenos Aires, Buenos Aires, 2003. (coordinador, con Hilda Sabato) - Política y sociedad: pensamiento clásic,o Ediciones del Signo, Buenos Aires, 2002. - Los tiempos modernos, Ediciones del Signo, Buenos Aires, 2001, (autor principal). - La República de las Instituciones. Proyecto, desarrollo y crisis del régimen político liberal en la Argentina en tiempos de la organización nacional, El Quijote, Buenos Aires, 2000. - La República de la Opinión. Política y opinión pública en Buenos Aires entre 1852 y 1862, Biblos, Buenos Aires, 1999. - Historia contemporánea. De la revolución inglesa a la actualidad, EUDEBA, Buenos Aires, 1999, (co-autor). - Vicente Fidel López. La construcción histórico-política de un liberalismo conservador, “Estudio preliminar” y selección de fuentes, Biblos-Cuadernos Simón Rodríguez, 1995.

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