No sé muy bien cómo llegué a conocer a Isolino, mi caracol. Isolino Calavera es su nombre completo. Tal vez lo de Calavera le viene porque siempre lleva su esqueleto a cuestas, la verdad es que nunca se me ocurrió preguntárselo.
Imagino que muchos de vosotros estáis pensando, “Pues pregúntaselo ahora y así nos enteramos todos” pero es que, como acabo de deciros, Isolino es un caracol y los caracoles no hablan, porque la que os cuento no es una de esas historias en las que los animales se ponen a hablar como si tal cosa y a nadie le resulta extraño, ¡no! Esta es una historia real de las que te pueden pasar cualquier día, de camino a tu escuela, en la cola de la panadería o al subir al autobús.
Bien, pues como decía, aquella mañana Isolino me dio un buen susto. Cuando desperté lo encontré a los pies de mi cama con un asa en su caparazón. Tengo que contaros que cuando Isolino se coloca un asa en su caparazón es porque su intención, es marcharse de viaje. Obvio, porque él no puede marcharse de casa como los demás. Así que me quedaban dos opciones: Hacer la maleta y marcharme con él o ver cómo se alejaba por el alféizar de mi ventana dejando un rastro de babita brillante.
Como estaba a mitad de mis vacaciones de verano y ya había terminado todos mis deberes, bajé del armario la maleta de avionetas roja y anaranjada (la que escojo cuando no sé bien a dónde ir) y le seguí.
He de confesaros que me dejó muy sorprendida, porque no tenía ni idea de cuales eran sus intenciones y eso que yo sé en cada momento lo que Isolino quiere o no hacer ¿qué como lo sé? Pues muy sencillo; os he dicho que Isolino no habla, es un gasterópodo, pero lo que sí sabe hacer es comunicarse con sus antenas. Después de muchos, muchos días juntos, hemos conseguido crear un lenguaje de signos perfecto con el que comunicarnos. Él utiliza sus antenas y yo dos baquetas de una antigua batería que me regalaron cuando cumplí dos años.
¡Ah! Se me olvida presentarme: Mi nombre es Lola Pirindola pero como comparto historia con mi caracol Isolino Calavera, he pensado que mejor podéis llamar a esta historia, el Cuento de Lola Pirindolera. Creo que a Isolino le gustará el cambio.
Aquella mañana decidí seguir a Isolino cargada con mi maleta de avionetas roja y anaranjada.
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