Zapa macabra en Leuvuco

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El verano en el monte de calden suele ser agobiante. La resolana enceguece cuando levanta el sol, los jejenes torturan a hombres y bestias y los pastos resecos son peligrosa yesca.
La Fuerza debia esperar que se reponga la caballada para el regreso al cantón y caminar con el chusmaje prisionero era una carga molesta.
Racedo tenia prisa por llegar a Fuerte Sarmiento con Epumer maneado como cordero para la nochebuena. Impactante golpe de efecto ante la prensa avida.
Bastante amoscado, desde su tienda de campaña a la vera de la laguna, mandó – por distraerse un poco sin duda – a confiscar la correspondencia de Epumer caido prisionero dias antes. Aun retenido en el campamento.
Tambien se le ocurrió de encontrar el esqueleto de Mariano Rosas, ya que se acordó que se lo había prometido al Dr. Kunner de la sociedad antropológica de Berlin.
El coronel, fue – ademas de otras cosas-uno de los personajes de aquella generacion de militares y hombres de ciencia que consideraban producto de sociedades inferiores a la esfera del pensamiento/sentimiento y a las manifestaciones del mundo cosmogónico y al simbolismo de la manera de celebrar los ritos de la vida y de la muerte indígenas. Por eso fue común la violación de tumbas y sagrados enterratorios por las brigadas expedicionarias que la practicaron sistematicamente.
Muchas veces con la ayuda o instrucciones de los cientificos que los acompañaban.
Estanislao Zeballos en su libro “ Viaje al país de los araucanos”, compila y ordena en desdeñoso relato, una serie de pautas y trucos para el hallazgo de enterratorios. Producto de sus propias observaciones y de las comunes prácticas de “… los nobles soldados de la patria que codician y aprecian las costosas prendas de plata de allí extraídas”.
Lo que interesa para el caso, es que la tumba que lo desvelaba a Racedo estaba en el monte. Decian algunos, a media legua de esa especie de arroyuelo que da nombre a aquél lugar.
Mando llamar a Epumer especialmente, y que viniera en compañía de su atribulada esposa. Obligada, atemorizada y amenazada- esta sirvió de baqueana para encontrarla. Y la saquearon en su presencia.
Pero vamos al sepulcro de Mariano Rosas , donde llego el Capitán Rodriguez, con una pequeña falangue de reclutas, para el caso devenidos en fúnebres zapadores pala en mano, tras los pasos vacilantes de la mujer.
Se cavó como un metro en el lugar indicado y se dio con el cadaver del cacique. Con la cabeza al oriente y los pies al occidente, yacía el viejo ranquelino con el cuerpo envuelto en siete mantas y la frente en siete pañuelos , puesto cada pañuelo y cada manta por mano de cada una de sus siete mujeres, según su cuñada, la china que ofició de baquiano.
Obviamos otros detalles consignados en extenso por un testigo presencial que lo cuenta poco después.
Tan solo un año y meses habían transcurrido de los fastos de las exequias verdaderamente regias que su pueblo habia hecho al gran cacique en ese mismo lugar.
Al cuerpo de Mariano expuesto a la puerta de su toldo lo rodeaban mas de 200 mujeres que lloraban como las antiguas plañideras. Todos los objetos de que se había servido en vida , estaban a su cabecera.
Luego fue llevado a su ultima morada , acompañándolo todos los indios de Cayomuta, de Baigorrita y de Epumer. Las mujeres lloronas seguían las angarillas en que iba conducido por cuatro hombres. Llegado que hubo el cortejo al sitio donde debía ser sepultado el cadaver, varios indios y cautivos procedieron a abrir un gran hoyo.
Despues de haber concluido, se hicieron las ceremonias de estilo. En la fosa sepultaron varias prendas del finado, para que pudiese emprender su largo viaje con felicidad.
Encima de todo se puso el cuerpo de Mariano y los capitanejos fueron los primeros que echaron tierra sobre el cadaver, las mujeres pasaron dos dias llorando y los hombres libando para desechar penas.
Los zapadores, tras la tarea de cavado tomaron trofeos y se los repartieron, bebieron las botellas de anis y ginebra que acompañaban el cuerpo.
Alguien se quedo con su espada y otro con el atadito de muelas depositado sobre su pecho …eran las que había perdido en vida, para que lo acompañaran en su viaje. Como tetrico recuerdo para el soldado zapador….puntos de vista.,,
Luego, sus despojos quebrados y achicados convenientemente para que entren en dos alforjas cruzadas sobre el lomo un patrio manso, iniciaban el derrotero que lo llevarían a vitrinas de museos y a la ignominia de la desconsideración durante mas de un siglo.
Salieron de Leuvuco al alba de un dia impreciso.
Chusma prisionera, cacique y familia, tropa y coronel a la cabeza, rumbo a Sarmiento.
En el camino, capturan al viejo cacique Peñaloza. Escurridizo y mañero. Montaba su credito, un malacara cabos blancos famoso en las tolderias del Rincon.
Le toma una fotografia un chasirete ambulante que acierta a pasar casualmente, en el patio del fuerte.
Luego. El silencio.
Jose Depetris

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