Pensando los límites de la educación que vivimos y “que se viene”. Parte 2 Prof. Andrés Dragowski

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Pensando los limites de la educación que vivimos y “que se viene”. Parte 2. Indivdualismo y fetichismo en la educación virtual de emergencia Prof. Andrés Dragowski
Antes de comenzar, quiero agradecer a todos mis alumnos, ex-alumnos, colegas y amigos que han contribuido con sus inquietudes, comentarios y observaciones esta reflexión. Una sencilla encuesta en Instagram seguida de catataras de opiniones es justo lo necesario para demostrar el punto de este texto. No se trabaja solo ni se piensa solo. A todos ustedes, mis abrazos a la distancia.
El individuo ante su propio crecimiento
Otro punto luminoso advertido es que descubrimos, o redescubrimos, la importancia de la responsabilidad individual. Hoy los estudiantes que llevan adelante un aprendizaje significativo son los que quieren hacerlo. Aunque podríamos decir que, en rigor, nunca fue distinto. En el aula presencial, advertida hace tiempo como “aula heterogénea”, cada quien se vinculaba con la clase acorde a sus intereses o posibilidades. En este contexto de retracción del contacto social, la autoadministración del tiempo y la responsabilidad personal, que en un contexto presencial conviven con la figura del profesor y los compañeros, hoy son prácticamente el principal apoyo para el
sostenimiento del aprendizaje.
Se ve así un vacío relacional, en donde lo que en presencialidad se forma por convivencia, hoy debe ser auto-infundido por voluntarismo. El compromiso es el centro del pacto escolar. Sin una voluntad por parte del profesor y del alumno no hay enseñanza-aprendizaje. Eso pasaba en el aula presencial y pasa también en el aula virtual. Los docentes sabemos que la reunión de 30 o más alumnos en un aula era un ejercicio del poder del estado sobre los cuerpos, y que no se traduce automáticamente en el compromiso de los alumnos, sino no pocas veces todo lo contrario. Sabemos también que en esas aulas heterogéneas las trayectorias son sumamente diversas y nunca hay que dar nada por sentado. El drama es que en este contexto de opacidad no es posible evidenciar
cabalmente ese compromiso sino a través de su manifestación en las “cosas que se hacen” mas que
en un vinculo real y visible. El “compromiso” resulta ser, a priori, un “pacto” o un acuerdo entre
dos personas, que podemos observar en la forma en que esas personas interactuaran y se organizan.
Haciendo una analogía con el razonamiento roussoniano, roto el pacto escolar se retorna a un estado
de auto-aprendizaje, en el mejor de los casos.
La auto-enseñanza, considero, es un fenómeno sobre el que debemos reflexionar seriamente, dado que si bien tiene amplias posibilidades, tiene grandes limitaciones. Combina una apasionante carrera cuyo único fin es el crecimiento personal pero deja liberada esa realidad en un contexto en donde no todos podrán tener ese proceso. Indirectamente se favorece un darwinismo educativo

La cosificación de la experiencia vital
La docencia es el oficio de la transmisión de saberes en un contexto de vinculación, acompañamiento y desarrollo de experiencias significativas. Pero en este contexto se manifiesta, mayormente, a través de la interacción mediatizada. La saturación de la circulación de trabajos prácticos, PDFs y semejantes es evidencia del apremio en mantener un trabajo demostrable, empírico y administrable. Acumular trabajos en una carpeta y completar planillas es mantener la existencia de un régimen que existe platónicamente, pero es muy difícil de decir que existe subjetivamente. No porque no exista sino porque es difícil afirmarlo desde un lugar de observador general. El acompañamiento virtual se realizó instituyendo un estándar perfectamente homogéneo y claro en su funcionamiento, que tiene implícita una noción de justicia: el que “cumple” y el que “no cumple”, el que entrega y el que no.
En ese sentido, es posible afirmar que la educación a distancia solo puede funcionar en un contexto de acuerdos mutuos entre las partes, que acepten, desde sus respectivos lugares, las reglas de juego y no se vean bloqueadas por la opacidad del sistema. En un contexto de educación en contexto de emergencia, en donde nos vimos forzados por causa mayor a migrar a la virtualidad, los pactos nunca se crearon, se dieron por sentados. Como me decía una colega, lo que en realidad debería ser un objetivo de enseñanza, que insumiría tiempo de preparación, se volvió un requisito.
El sistema puesto en practica parece funcionar bien porque contiene una serie de reglas autosostenibles, que “funciona” porque las “piezas” están en movimiento. Pero nada de eso nos da evidencia de desarrollo cognitivo, aprendizaje o experiencias significativas. La mirada del docente, en contexto presencial, mantiene una mirada de monitor, u holística sobre su “curso”. Pero hoy, esa unidad de concepto no existe o es extremadamente difícil sostener de otro modo que no sea puro idealismo. El “curso” es una lista de nombres o un conjunto de pantallas en una videoconferencia.
La mirada de conjunto se mantiene haciendo hincapié en el “sistema” o la “red” conformada entre los individuos. Eso deviene en una sensación de falsa superación de la presencialidad.
La búsqueda de evidencias significativas de aprendizaje significativo es y debe ser la base de una buena toma de decisión por parte de un docente. Pero en este contexto, creo que el docente no tiene esa capacidad de observación. Mas bien podemos decir que la iniciativa viró al alumno, como vimos, en donde las experiencias significativas vienen dadas por la capacidad de apropiación, bagaje cultura, entorno familiar propicio para el desarrollo, etc. La constatación de que efectivamente hay alumnos teniendo grandes experiencias, a veces a pesar de la incapacidad de los profesores, debe ser vista como una prueba de que el epicentro del sistema nunca deja de ser el Hombre, por mas sofisticada que sea la mediatización o la supuesta mixturización con la virtualidad. La persistencia en el reclamo por mas contacto, que aprecia cualquier docente atento, debe ser un llamado de atención potente sobre esta cuestión.

Buscando un equilibrio
No quiero finalizar esta reflexión sin dejar de emitir algunas recomendaciones producto de estas observaciones. Me gustaría decir qué hay que hacer, pero sería en exceso presuntuoso. Más práctico, diré lo que creo que no hay que hacer.
No caer en apologías, metáforas o apreciaciones superlativas. El cambio tecnológico no es un fenómeno nuevo y cualquier análisis que tome la novedad como axioma será redundante o panfletario. Tampoco caer en el, como se ha advertido en estas semanas, en palabras del ex ministro Mariano Narodowski, “solucionismo tecnológico”, la convicción de que la aplicación de técnicas o el recambio de infraestructura implica el acoplamiento inmediato de realidades humanas tal vez nunca problematizadas. No exaltar o estetizar las cosas que ya forman parte intrínseca de la infraestructura del mundo, sino analizarlas en su justa medida y en su justo impacto en nuestras vidas, resaltando, a los efectos de este texto, “nuestras” y “vidas”. Pensar en entelequias como “sistema”, “sociedad”, “curso” y sus variantes es volver una y otra vez, con distintos lenguajes, sobre la realidad antropológica del ser humano como animal gregario. No caer en un voluntarista “se viene”. Nadie puede predecir la Historia, y si se pudiera, los profesores de Historia estaríamos dedicándonos a otra cosa.
Hacer hincapié en el objeto de estudio es un modo de discutir sobre un tema, pero es unadelgada linea la que separa esa acción de un relato “objetocentrista”, o para decirlo de otra manera, que aliene al Hombre de su vinculo con el fenómeno, o peor, volver al Hombre una consecuencia de ese fenómeno. En contexto de aislamiento social de emergencia, mas que nunca esas realidades se hacen sentir en todo su peso. Nos devuelven a una región del análisis para pensar la vida en virtualidad: la perdurabilidad de la experiencia desde esa materialidad que constituye el individuo real.

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