La magia de las tarjetas de créditos

Loading

A ver a cuántos de los que leen este artículo les pasaba lo mismo que a mí en la niñez. No me dejen sólo por favor, que alguien me acompañe en el sentimiento.

De chico me pasaba que no me gustaba la magia. Siempre fue algo que, lejos de alegrarme, me generaba nerviosismo porque no podía relajarme a disfrutar del espectáculo sino que buscaba todo el tiempo descubrir el truco. Jamás lo lograba y la frustración hacía que esquive cada evento en donde aparecía algún mago dando su show.

Con el tiempo me di cuenta de que el problema no era la magia sino mi actitud ante ella. ¡No sos vos, soy yo!

Por definición, la magia es el arte con que se pretende producir resultados contrarios a las leyes naturales valiéndose de actos o palabras. Y al tratarse de un arte, el equivocado era yo por no buscar relajarme y disfrutar del acto, en lugar de intentar descubrir una “trampa” como si fuera un detective de magos.

Y en esto de la magia y la correcta predisposición hacia ella, recordé a un mago muy particular. Este mago con sus trucos es capaz de generarte alegrías momentáneas que, con el tiempo, pueden traer grandes dolores de cabeza y de mago pasar a convertirse en hechicero. Te presento al mago, se llama Tarjeta de Crédito.

El primer truco con el que se presenta este mago es haciéndote creer que cuando la usas estas comprando con dinero tuyo. Una vez alguien me dijo: “Si, es dinero mío, si la tarjeta lleva impresa mi nombre”. Es parte de la ilusión, el nombre que figura en el plástico de la tarjeta indica quién es el titular del crédito, no el dueño del dinero. Si, leíste bien, del crédito. Cada vez que utilizas la tarjeta de crédito para comprar estas comprando con dinero prestado, el cual después tendrás que devolver en un pago o en cuotas, pero lo tendrás que devolver.

El problema con este truco es que esa ilusión nos puede llevar a hacer consumos más allá de los ingresos que tenemos. Una vez más, la tarjeta de crédito no es un ingreso adicional sino un préstamo.

El siguiente truco es el de hacer aparecer cosas, y para eso no necesita valerse de una galera ni una barita. En este acto la tarjeta de crédito te hace creer que sólo la usas para comprar lo necesario y de pronto ahí está, formando parte de tu inventario, ese bien que no usas y te preguntas cómo llegó ahí. A quién no le pasó de terminar comprando algo por impulso sin que esa compra haya estado en los planes más cercanos ni catalogara como algo necesario y urgente, pero como la tarjeta de crédito estaba a mano la compra se efectivizó. Si ese día, caminando por el centro comercial por ejemplo, en lugar de tener la tarjeta de crédito hubiésemos tenido efectivo o la tarjeta de débito, quizás ese bien no sería hoy de nuestra propiedad. Seguramente al pagar con efectivo nos hubiésemos planteado previamente si teníamos el dinero destinado a pagar otras cosas, o si verdaderamente ese bien era tan necesario.

Y hoy en día que la tarjeta de crédito ni siquiera es plástica, sino que la tenemos cargada en alguna APP o en el teléfono, el truco de magia se vuelve mucho más fácil. Te propongo pensar acaso si no tenes alguna compra realizada con tu celular desde la cama, el sillón o incluso desde el baño.

Para el siguiente truco este mago se va a valer de la psicología. En este acto, la tarjeta de crédito logrará hacer que estes dispuesto a pagar más que si usaras cualquier otro medio de pago. Así como a mí me pasaba de chico querer descubrir cómo hacían los magos, al psicólogo Richard Feinberg debería pasarle algo parecido porque realizó un experimento para demostrar este truco de las tarjetas de crédito.

Feinberg invitó a dos grupos de personas e hizo sentar al primer grupo en una punta de una mesa, y al segundo grupo en el otro extremo. En una de las puntas de la mesa se encontraban pegados dos stickers de logos de tarjetas de crédito. Cuando el grupo preguntó el porqué de esos logos, se les dijo que ya estaban pegados en la mesa desde antes y que no eran parte del estudio.

El experimento consistía en mostrarles a ambos grupos imágenes de distintos bienes, y preguntarles cuánto estarían dispuestos a pagar por ellos. Se mostraron: dos vestidos, una carpa, un saco de caballero, una lampara, una máquina de escribir eléctrica (este experimento fue en los años 80) y un juego de ajedrez.

Cada artículo alcanzó una valoración significativamente mayor en el grupo de estudio que estaba sentado del lado de los logos de las tarjetas de crédito, como si este simple hecho hubiese actuado como estímulo para estar dispuestos a pagar más. Las diferencias variaron desde un 11% más para la carpa, hasta un 50% más para los vestidos.

Mas tarde repitieron el experimento con nuevos grupos y diferentes imágenes, y por ejemplo se observó que el grupo del lado de los logos de las tarjetas de crédito pagaría tres veces más por una cortadora de césped que el grupo que no tenía ningún estimulo visual en la mesa.

Si bien para Feinberg los resultados fueron concluyentes, hubo en ese entonces economistas que sostuvieron que al no tratarse de gastos reales, sino de “lo que pagaría” por tales productos, las conclusiones no podían tomarse totalmente como válidas. Desconozco si efectivamente eran economistas o ayudantes del mago, pero Drazen Pelec y Duncan Simester llevaron a cabo una subasta entre estudiantes de Harvard, en donde el premio a adquirir eran entradas para un partido de la NBA (Celtics vs Red Sox). De manera aleatoria se les asignaba a los estudiantes los medios de pago que podían utilizar, que podían ser tarjeta de crédito o efectivo. El Resultado: Se consiguió más del doble de dinero por las entradas al partido de quienes las abonaron con tarjeta de crédito. El experimento parece soportar las conclusiones de Feinberg.

Estos dos estudios no solo demuestran que las tarjetas de crédito nos hacen gastar más, sorprendentemente parecen indicar que nos hacen gastar bastante más.

El espectáculo continúa y la magia no se termina. Para este nuevo acto, la tarjeta de crédito va a captar tus sentidos para que al momento de realizar una compra en cuotas te centres en mirar el monto de las mismas en lugar del valor total de la compra. El monto de la cuota va a entrar por tus ojos, y se va a dirigir hacia tu cerebro el cual se hará la siguiente pregunta: “¿Puedo pagar esa cuota por mes?”. Si la respuesta es un rotundo SI, te verás impulsado a darle clic al botón comprar y el bien pasará a formar parte de tu vida sin importar el monto total que acabes pagando.

Para que la magia no se convierta en un hechizo peligroso, te recomiendo usar alguno de estos antídotos. En primer lugar, debemos intentar darle un empujón a la razón para que se ponga a tiro de la emoción. Es decir, dotar de algún tipo de racionalidad a estas decisiones, y para eso una buena estrategia es la que llamamos “elijo hoy, compro mañana”. Ese bien que parece hoy una cuestión casi de vida o muerte, en lugar de comprarlo le vas a poner “me gusta” o lo vas a agregar en la lista de favoritos, y recién mañana vas a efectivizar la compra. Mañana será otro día, te invadirán otras emociones, otros impulsos, quizás recuerdes gastos que el día anterior no habías tenido en cuenta, o tal vez asumas que en realidad ese bien no era tan necesario como creías. Si realmente era un bien necesario, entrarás en la lista de favoritos y cerraras la compra.

El otro aspecto a prestar atención ante una compra en cuotas es buscar el dato del Costo Financiero Total (CFT) de la operación, información que obligatoriamente deben exponer todos quienes vendan a crédito. El CFT es un dato, busca bien esas tres letras que deben aparecer siempre en una compra a crédito. Este CFT además de la tasa de interés contempla otros conceptos que se suman al costo, como comisiones, seguros, entre otros. ¿Y para qué nos sirve? Vamos a suponer que tomas la decisión de adquirir un bien. El día anterior lo habías puesto en favorito siguiendo mi consejo, pero como volviste a buscarlo es porque verdaderamente lo necesitas.

El lugar donde lo vas a comprar ofrece el pago en cuotas, y el valor de la misma te lo muestran con una tipografía bien grande como para que capture fácilmente tus sentidos. Acá la pregunta que uno debe hacerse es la siguiente: “¿Cuento con el dinero para comprar el bien?”. Si la respuesta es sí, para saber si conviene pagar de contado o en cuotas con la tarjeta, lo que debes hacer es comparar ese CFT que cobran, contra una tasa libre de riesgo como podría ser la que pagan por depósitos a plazo fijo o una caución bursátil por ejemplo. Si la tasa del plazo fijo es mayor que el CFT, en ese caso convendrá utilizar la tarjeta de crédito para hacer la compra y colocar el efectivo que se tenía a plazo fijo para beneficiarse de esa tasa mayor. De esta manera la tasa que ganarás por la inversión será mayor que el costo de comprar con dinero prestado, y hasta en cierto punto eso te ayudará en el pago de las cuotas.

Ahora qué pasa si no se cuenta con el dinero. Cuando no se cuenta con el capital para hacer frente a la compra, el dato a comparar es el del CFT con la tasa de inflación del período. Si la inflación anual supera al CFT, va a convenir realizar la compra financiada toda vez que con esos altos valores de inflación al final del período el bien saldrá mucho más caro. Convendrá anticipar la compra y para eso se utiliza la tarjeta. Si por el contrario, el CFT es mayor a la inflación, en ese caso no se debería incurrir en ese gasto financiado, o bien buscar otras fuentes de financiamiento que ofrezcan CFT menores.

Pero ¡Cuidado! Este mago suele tener ayudantes que se pasean por todos lados aportando a la causa. Durante todo el espectáculo vas a encontrar a sus seguidores diciendo frases del tipo: “en épocas de alta inflación conviene comprar todo en cuotas con la tarjeta”. Como te contaba antes, algo de esto puede ser cierto si el CFT es menor que la expectativa inflacionaria. Ahora bien, no caigas en otro de sus trucos. Sumar cuotas todo el tiempo creyendo que con eso se le gana a la inflación te puede hacer caer en la situación de que tu flujo de gastos mensuales supere al de tus ingresos. Aunque parezca algo simple, conviene recordar esto ahora y no que te lo recuerde el resumen de la tarjeta.

El mejor antídoto para este hechizo es el de llevar un presupuesto para tus compras en cuotas, y de esa manera vas a poder tener un cronograma de pagos y saber cuándo terminas de pagar alguna compra como para liberar el cupo para realizar otra.

Vengo bien relatando los trucos de este mago pero creo que ya es suficiente. Recordé por un momento que allá por la década del 90 e inicios de los 2000, Val Valentino, más conocido como el “Mago enmascarado”, se convirtió en toda una celebridad al revelar en su programa televisivo los trucos de sus colegas. Tiempo después, y a pesar de gozar de popularidad mundial, desapareció y nadie supo de él.

Si desapareció como por arte de magia o si lo hicieron desaparecer sus colegas no lo sé, tampoco quiero averiguarlo. Las tarjetas de crédito bien utilizadas, tomando todos los antídotos enunciados, son una gran herramienta de la cual se puede sacar provecho. Pero cuidado, no te distraigas porque de mago a hechicero puede pasar en un abrir y cerrar de ojos.

De nuevo y como con la magia, el problema no es la tarjeta de crédito sino la actitud ante ella.

Foto del avatar
Acerca de Momentum Finanzas 13 Articles
Momentum Finanzas es una Consultora en materia financiera que nació con la finalidad de promover la Educación Financiera y ayudar al público desde los más chiquitos hasta los más grandes a mejorar la relación con el dinero. La educación financiera es una habilidad básica para participar en la sociedad moderna. La educación financiera ayuda a las personas a relacionarse con su dinero entendiéndolo como parte vital de cualquier proyecto porque, antes de invertir, hay que saber para qué se invierte. Si la educación financiera se encara en edades tempranas los conceptos se interiorizan y entienden mejor para poder ponerlos en práctica en el futuro. Todo el tiempo tomamos decisiones ligadas al dinero: ¿alquilo o compro? ¿Pago en cuotas o de contado? ¿Saco un préstamo a mis papas o utilizo mis ahorros para gastar en el jueguito que me gusta? ¿Hago un plazo fijo o compro dólares? Y estas decisiones serán más beneficiosas cuanto mejor estemos formados en materia financiera. Nuestra misión es acercar las Finanzas a todos con un mensaje simple que busque derribar los mitos de que para invertir hay que tener mucho dinero, tiempo y conocimiento. Desde nuestras notas ayudamos a transitar el camino de ahorrista a inversor y a inculcar los buenos hábitos financieros desde el mismo momento en que el niño comprende que toda acción tiene una consecuencia.

Sé el primero en comentar

Deja un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


*