Trabajo colaborativo entre docentes. Carla Vargas Valdés. Chile.

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En los tiempos actuales en que se ha visto la necesidad de trabajar con una mirada más interdisciplinaria en el ámbito educativo, (esto promovido por las aulas inclusivas y “nuevas” metodologías tales como el aprendizaje basado en proyectos) se ha configurado como relevante la reflexión en torno a las prácticas de colaboración entre docentes y la emergente co-enseñanza. Tales formas de trabajo colocan como importante la interacción dialógica entre profesionales que se aportan conjuntamente en pro del mejoramiento de sus prácticas pedagógicas y que benefician directamente al aprendizaje de sus estudiantes. Sin embargo, es claro que la co-enseñanza requiere para su aplicación, de dos profesionales en aula, y que si bien en el caso de los programas de inclusión es posible realizar; no siempre y en cualquier contexto esto situación se dará por factible. Diferente ocurre con la colaboración, siendo este
un actuar que podría darse perfectamente en cualquier escuela tradicional, independiente de su estructura organizacional. Y es ahí donde se pondrá el foco de atención en esta ocasión.
Es recurrente observar que los docentes promueven en sus aulas que los estudiantes realicen trabajo colaborativo o también llamado en equipo, en dónde se propicia el intercambio de saberes y el uso de diversas habilidades para lograr un proceso enriquecido, que contribuyan a la construcción conjunta del aprendizaje. Pero pocas veces se refleja este actuar en los mismos docentes, quienes a lo largo de la historia han realizado sus labores de forma individual y con escasa retroalimentación y apoyo de sus pares. Tal como señalan Rodríguez Rojas & Ossa Cornejo (2014) los profesores de educación regular, continúan siendo los principales responsables de la gestión curricular del aula común.
A pesar de lo anterior, no podemos en sí adjudicar la responsabilidad sólo en los docentes, pues esto es algo que deriva de la cultura y de la misma institucionalidad de las escuelas, que también han establecido por largo tiempo la parcelación del aprendizaje y el establecimiento de las asignaturas por separado, e incluso relevando ciertas temáticas por sobre otras, como es el caso del lenguaje o las matemáticas en desmedro de la filosofía o de las artes, lo que dificulta y entorpece la conexión entre disciplinas, y por ende de docentes especializados en cada una de ellas.
“La escuela en su globalidad (sus políticas, normativas, forma de organización y cultura escolar) produce un discurso focalizado en el trabajo individual más que social (o de trabajo en equipo), lo que favorece el surgimiento de conflictos de competencia, separación de las responsabilidades, escasa integración profesional, poco enriquecimiento interdisciplinario, y dificulta el alineamiento de los docentes con un proyecto educativo, curricular y didáctico común, que incluya y coordine de forma constructiva a todos los profesionales que laboran en el establecimiento para el aprendizaje de todos los estudiantes, que es en definitiva el objetivo central de la educación” (Rodríguez Rojas & Ossa Cornejo; 2014, P. 315)
Como bien lo mencionan Krichesky, G. J. y Murillo F. J; (2018 p.151) “no es fácil desarrollar la colaboración entre docentes, y aun cuando los profesores trabajen de forma colectiva esto no siempre supone intercambios profundos, sustanciales y transparentes sobre los fines de la educación, los dilemas de la práctica o las demandas de aprendizaje”. Aún cuando esto conforma parte de la realidad, resulta interesante y su vez necesario comenzar a generar las instancias para que los docentes puedan compartir sus quehaceres, estrategias de éxito y dificultades en la práctica, para analizar desde ahí, y bajo cada contexto en particular, cómo enfrentar las complejidades y mejorar los procesos que se llevan a cabo con los estudiantes. “La educación es uno de los ámbitos sociales a los que más le cuesta cambiar. Si pensamos en un aula de ahora y la comparamos con las aulas de hace treinta o cuarenta
años seguramente no veremos grandes cambios” (Díez-Palomar, Javier & Flecha García, Ramón, 2010,
p.19). Esto no quiere decir que no sea posible, es más todo lo contrario, invita a re pensar la educación y
promover el cambio y la transformación.
En un estudio de Navarro, M; Ortega, M & Martínez, L. (2009) detectaron que existían cuatro condiciones necesarias, que sin las cuales no serían posibles los procesos de colaboración entre los docentes, estas corresponden a: el ambiente afectivo, el respeto fundamental hacia las personas, la comunicación entre los pares y la disposición plena hacia el trabajo. Consideraciones que podrían resultar útiles y necesarias de observar por parte de los líderes educativos, o bien los equipos de gestión que están encargados de velar por la optimización de l trabajo y bienestar de los docentes.
Relacionado con lo anterior, cabe destacar que “cuando existen fuertes vínculos personales entre los docentes se genera cohesión, lo que permite el desarrollo de mayores grados de colaboración, a pesar de las barreras existentes a nivel organizacional e institucional” (Rodríguez Rojas & Ossa Cornejo; 2014,p.314).
Un concepto importante que tiene relación directa con los procesos de colaboración, es el de comunidades de aprendizaje. Esto corresponde a la apertura del aula y otros espacios del centro educativo a la comunidad, no sólo docentes, sino que puede incluir a las familias y otros actores relevantes. Un ejemplo de esto, son las actividades de lectura dialógica, como las tertulias literarias, las cuales intensifican las interacciones en torno a actividades de lectura entre los niños y las niñas y miembros de la comunidad, facilitando que las y los estudiantes conozcan otros puntos de vista y así enriquezcan todavía más sus comprensiones. (Díez-Palomar, Javier, & Flecha García, Ramón, 2010).
En conclusión, la carrera docente desafía continuamente al profesional que la ejerce, pero aunando fuerzas y trabajando conjuntamente, las dificultades podrían parecer menos complejas y más viables de confrontar.
Referencias
Rodríguez Rojas, F. F., & Ossa Cornejo, C. J. (2014). Valoración del trabajo colaborativo entre profesores
de escuelas básicas de Tomé, Chile. Estudios pedagógicos (Valdivia), 40(2), 303-319. Recuperado de
https://doi.org/10.4067/s0718-07052014000300018
Krichesky, G. J. & Murillo F. J. (2018). La colaboración docente como factor de aprendizaje y
promotor de mejora. Un estudio de casos. Educación xx1, 21(1), 135-156, doi: 10.5944/educxx1.15080
Navarro, M; Ortega, M & Martínez, L. (2009) Colaboración entre profesores. Algunas condiciones y
factores que la hacen posible al interior de algunas escuelas públicas. Revista electrónica diálogos
educativos. año 9, n° 18, issn 0718-1310

Esta nota fue escrita por Carla Vargas Valdés. Educadora de Párvulos, Licenciada en Educación Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Educaciòn Universidad Central de Chile.

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Acerca de Carla Vargas 8 Articles
Carla Vargas, Educadora de párvulos de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), docente universitaria con más 12 años de experiencia en aula en Chile y en el extranjero. Magíster en Educación con mención en idioma inglés por la Universidad Central. Recibida de Magíster en Dirección y liderazgo educativo PUC. Certificada en Disciplina positiva y Masaje infantil. Fundadora de la agrupación Educadoras en Red y Directora del área social de la Fundación Educamos en el Sentir, Chile.

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