
Aún me resuenan las palabras de esta jovencita de 16 años, de mirada pícara, de palabras sutiles, de resiliencia cotidiana.
Sin mediar pausa, relata su vivencia, y pide que trascienda muros, fronteras, y universos.
“Quiero que todos conozcan este relato, porque es mi/tú/nuestra historia. Hoy fue un día difícil para mi en el liceo. La profe pidió que leyéramos un texto en diez minutos,y que después le contáramos a un compañero lo que habíamos comprendido. Me puse re nerviosa y mi DISLEXIA se activó. No podía leer: Me quedé pensando que a mí reloj le faltan pilas, va a otro ritmo”
Dentro del aula, un montón de relojitos marcando ritmos únicos, singulares. Relojes apuraditos, relojes más lentos, relojes que parecieran poseer pilas inagotables. Ningún reloj debería parar, y aquí el fascinante desafío del docente!
Tiempos diferentes, pero todos en movimiento.
Quizás algunos estudiantes requieren paradas estratégicas para volver empezar. Otros con un simple empujoncito se reinician, y hay quiénes no logran avanzar sin la mirada sostenida, y el monitoreo sistemático del maestro.
Relojes que se encuentran, que se desencuentran, que marcan minutos que se esfuman y minutos interminables.
Relojes que se agotan, relojes que se reinventan….
Así es, la clase un continuo de segundos, minutos, horas, y momentos a medida, con SELLO DE AUTOR.
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