Nosotros, los latinoamericanos, somos militantes de lo anti, de los contrastes o antinomias. Argentina-Brasil (en fútbol), los criollos y los aborígenes o la civilización y la barbarie son ejemplos claros de ello.
Por eso no me caben dudas de que el populismo sigue siendo la gran pasión política en toda América, porque con cada intento de aclaración o explicación sobre esta idea de concebir la política, solo se logra como resultado contribuir a hacer del populismo la gran exaltación indescifrable de la América Latina donde transcurre la idea de amigo y enemigo político.
El pueblo, muchas veces, es quien está lejos de entender de economía y la organización política nacional e internacional y, por lo tanto, sigue a un líder carismático que viene a representar la figura paternal de una sociedad virgen, aun hoy, en materia de ejercicio de los derechos políticos. Así lo analiza y afirma Julio Mafud en la Sociología el Peronismo. Es por eso que el populismo es una categoría inevitable de análisis en los procesos histórico-sociales de América Latina desde Juan Domingo Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México hasta llegados los comienzos del siglo XXI con Hugo Chávez, Evo Morales, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, ¿Alán García? y Daniel Ortega.
El fenómeno del populismo es heredero del caudillismo propio de la formación de las naciones americanas a principios del siglo XIX y, por lo tanto, también es consecuencia de un proceso de modernización social y económica. Las circunstancias son diferentes a las de Europa en la década de los treinta del siglo XX, posterior a la primera guerra y a la debacle que se produjo con la crisis del ’29; y hasta con una ideología totalmente modificada por el contexto histórico en el que se desarrolla.
Por eso la manifestación del populismo es típica de esta región y de un tiempo histórico enmarcado, puesto que América siempre se busca a sí misma.
En la Europa durante el proceso de modernización industrial luchaban los trabajadores contra la burguesía, pero compartían algunos de sus ideales como la democracia liberal, cambios en la estructura social o partidos políticos que favorecían la integración al sistema representativo.
En América Latina, en cambio, la movilización de las masas votantes vulnerables surge precisamente a partir del fracaso de las democracias de masas, con la llegada de la ley 8871 de voto universal en Argentina, que se difundió por todo el continente y dentro de una situación de total dependencia económica.
Este fenómeno político se concreta a partir de la situación de desplazamiento poblacional del campo a la ciudad. En esta circunstancia llegan a encontrarse grandes contingentes humanos en las afueras de las ciudades, llevados por el modelo de la sustitución de importaciones. Esto hace que las masas se transformen en políticamente manipulables y, quizás sean educadas, por qué no, para la dependencia política, social y económica.
El populismo contiene dos aspectos fundamentales, que tratan de integrar a la sociedad en un todo superior a las diferencias económicas, políticas, sociales o culturales que puedan existir. Reemplaza, así, a los mecanismos clásicos de integración (como los partidos políticos, todo tipo de asociaciones secundarias, etc.) y, por lo tanto, presenta dos características fundamentales según el sociólogo Di Tella:
- Popular. Algunos creen que este puede ser es aspecto fundamental del populismo. Esta articulación entorno a la categoría de “pueblo”, independientemente de las bases sociales a las que se refiere o por las que esté constituido el régimen que gobierna en ese momento determinado. Saca al partido político de la escena y pone en consideración una nueva manera de ejercicio (¿republicano?) llamado movimiento político.
- Nacional. En Europa la “nación” era la patria de los burgueses, propugnada por los movimientos de izquierdas del siglo XIX. Estos poseían tendencias universalistas. En América Latina, a diferencia, “nación” es la expresión autentica y única del interés nacional, el pueblo, que quiere cortar sus cadenas de toda dependencia desde la política, lo social y la economía. Pero a los gobernantes les faltó ser más responsables e incorporar a la población sin manipulación, ya que todavía la población se encontraba al margen de esa comunidad porque existe cierto retraso en toda la formación de los mecanismos de integración social y política.
Pero a este análisis le agregaría una característica fundamental que sería la de adular a las masas desde el típico ejercicio de culto al líder, hasta hacerles creer a las masas que son el baluarte fundamental de la democracia y, por lo tanto, se hacen partícipes del co-gobierno a través del ejercicio al voto.
Muchas veces el populismo es presentado como el milagro de las masas de los países que no eran, ni son, hegemónicos. Perón, Vargas, Hugo Chávez, Evo Morales no lo pueden (ni lo pudieron) lograr porque se aspiró a ordenar a la sociedad como un todo.
Esto entró en dificultad con la misma democracia, ya que existe el peligro de entrar en un callejón político sin salida, que se convierte a largo plazo en una amenaza a la democracia que, producto de sus fallos, se convierte en un instrumento útil para movilizar a los más postergados. Los políticos hábiles lo saben, y por eso improvisaron esta manera de gobernar .
La historia vista en perspectiva de largos procesos es una sucesión de episodios vivos. Se tensa en momentos trágicos, a veces adversos, o se enciende con alguna esperanza colectiva, como por ejemplo el populismo.
Publicado en Papel de periódico
Sé el primero en comentar