Este es un cuento realizado por Santino Guglieri un niño que tiene sindrome de Asperger. Su papá me lo envio Germán Guglieri lucha por una ley Nacional de Autismo.
Cuando abrió el sobre lo recorrió un escalofrío. Dentro había una nota con un ojo rojo dibujado. Miedo, sentía miedo. Caminó hasta la cocina, hacia la mesa, donde había un diario. “El asesino del ojo rojo ataca de nuevo” decía el titular de una noticia. En la noticia estaba la foto de una nota igual a la suya. Su epígrafe decía “Si recibe una carta como esta, llame a la policía”. Eso fue lo siguiente que hizo. Marcó en el teléfono de la cocina el 911. Nada, el teléfono estaba muerto. El cable estaba cortado. El asesino había estado en la casa y había cortado el cable del teléfono.
Basta de pánico. El pánico no llevaba a nada. Había que analizar la situación con la mente fría. Estaba en una cabaña en medio del bosque, a tres horas a pie de la ciudad. El asesino debía estar cerca de la casa, quizás dentro de la misma casa. Tenía que huir. No podía huir por la puerta principal, ni por la trasera, demasiado obvio. En el segundo piso, en su habitación, pegado a la pared había un árbol. Bajando por el árbol podía llegar al patio y en el patio había una puerta a un camino que llevaba a la ciudad, aunque el camino era largo. Trazo un plan.
Tomó un cuchillo de la cocina, si el asesino lo atacaba se defendería. Antes de bajar por el árbol, se alegró de que Ana estuviera en la ciudad, fuera de peligro. Todo salió según lo esperado. Las ramas del árbol por las que iba no se rompieron, el asesino no lo esperaba en el jardín ni detrás de la puerta hacia el camino.
Mientras caminaba por el camino hizo algo que no quería. Pensar. Pensaba en lo que le podía pasar, en que el asesino podía tener un revolver y dispararle. Trataba de concentrarse solo en la caminata, pero no podía. Empezó a tenerle miedo a cada ruido que escuchaba.
Pensó en Ana. En algunos incidentes extraños con Ana, por más de que quería pensar en momentos felices con ella. Ana durante el desayuno, sentada en la mesa, leyendo el diario, uno de esos artículos sobre algún asesinato del asesino del Ojo Rojo y sonriendo un poco. O en los frecuentes viajes de Ana a la ciudad.
Estaba tan abstraído pensando en sus cosas que no se dio cuenta de que había alguien delante de él. Chocaron. Por un segundo pensó que era el asesino, pero no, era Ana. Se le relajaron los músculos, solo era Ana.
-Espera, Ana, ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en la ciudad?- dijo, y notó lo que estaba en las manos de Ana. En la mano derecha un cuchillo y en la izquierda un sobre.
El policía bajó del auto y se acercó al cadáver. Estaba frío y rígido, muerto desde hace horas. Tomó el sobre que estaba entre los dedos del hombre y lo abrió. Adentro había una nota con un ojo rojo dibujado. El asesino del Ojo Rojo atacaba de nuevo.
Me gustó mucho el relato, felicitaciones al escritor! Espero leer otros pronto.