Guillermo Jaim Etcheverry en La tragedia educativa, Fondo de Cultura Económica de Argentina. Buenos Aires, 1999, página 12 sostiene: “Finalmente la pretensión de transformar a toda costa la escuela en una institución en la que se busca igualar al alumno con el maestro no hace sino contribuir al eclipse de la autoridad, que también se vive en la familia, y a la génesis de la violencia cuando se elimina toda noción de límite”. Es evidente que asistimos a este preocupante cuadro de situación al que hace referencia Jaim Etcheverry. La crisis de autoridad y la falta de límites caracterizan a la familia y a las escuelas actuales. Esto desdibuja los roles y genera crisis de identidad y violencia. Padres y docentes permisivos educan eternos adolescentes. Hay que volver a depositar en la escuela la formación de lo más humano del hombre. La “Formación o educación de valores” es corresponsabilidad de la familia y de la escuela. Cabe preguntarse ¿Vale la pena inculcar o enseñar valores morales? ¿Se puede enseñar ética? Aunque queramos no podemos dejar de educar en un sentido o en otro. No se trata entonces de convertir al docente en un “moralista” no es su tarea inculcar una moral ni una ética. Su tarea es mucho más difícil pues consiste en ayudar al alumno a forjar sus propias herramientas críticas. Lo novedoso de esta propuesta es el énfasis puesto no sólo en lo actitudinal sino en lo procedimental. No se trata de comunicar un saber sino de promover la construcción de herramientas para el análisis de la realidad. Sin embargo, como afirma Jaime Barylko: “Pero ninguna respuesta será valida para los hijos si no la encuentran realizada en la corriente vida de sus padres”
“Pero ninguna respuesta será válida para los alumnos si no encuentran realizada en la corriente vida de sus maestros”. En otro lugar de esa misma obra dice: “En otras palabras, el prestigio de la información, que se encuentra en el centro de la sociedad contemporánea, nos esta llevando a la peligrosa conclusión de que la información equivale al conocimiento”.
“….Aunque la información se mueve a la velocidad de la luz, no es más que lo que siempre ha sido: fragmentos de hechos, a veces útiles, a veces triviales, pero nunca sustancia del pensar”. La sociedad actual concibe a la información como el valor social más trascendente. Sin embargo cuanta mayor información tenemos, menos nos significan esos datos. Lo original de la mente humana no es su capacidad de almacenar y procesar información, sino la de gruesas ideas. “Estamos demasiado informados pero poco pensados” dice Etcheverry.
¿Qué debe hacer la escuela?: Debe enseñar a pensar, pero debe hacerlo mediante el diálogo. Debe formar a las personas para que sean capaces de defender sus conocimientos y creencias presentando razones y teniendo en cuenta las razones de los otros. La escuela debe transformarse en una comunidad de argumentadores, en una comunidad de investigación. Frente a una sociedad insegura, agresiva y violenta la escuela no permanece ajena a este clima y debe dar una respuesta. Se detectan dificultades en la convivencia escolar institucional. Hecho este diagnóstico en los colegios se incluyen en el Proyecto Educativo Institucional otros subproyectos: Proyectos de Jóvenes Negociadores, Educación para la Paz y Filosofía para chicos.
Estos proyectos pretenden, en forma mancomunada, constituirse en situaciones de aprendizaje significativas para el desarrollo de destrezas cognitivas (sobre todo del diálogo argumentativo) y de actitudes respeto por el otro, tolerancia de las diferencias, convivencia pacífica y resolución alternativa de conflictos. Se implementan asimismo talleres para padres con estas temáticas. Se propone como meta a largo plazo que estos chicos sean capaces de dar “otras respuestas” y de insertarse socialmente de un modo creativo, modificando así la sociedad en la que viven.
Continuará como el ¿Qué hacer?
La foto pertenece a la escuela Escuela Rural EP 14 de Bolívar.
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