La división de los Andes en la Campaña al Perú. Parte I

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Al  retirarse  del  mando  militar,  San  Martín  dejaba  en  el Perú,  a un ejército  formado  por  7000  hombres,  con  jefes argentinos,  peruanos  y  chilenos  de  gran  experiencia,

cuerpos  de  guerrilla  perfectamente  organizados  en  el interior  de  las  provincias  (que  alcanzaban  a  900 hombres)  y  cuerpos  de  milicianos  en  varios  puntos  del país.

Retirado  de  la  vida  militar  y  política  San  Martín  se hace  cargo  de  las  fuerzas  argentinas,  bajo  el  nombre  de “División  de  los  Andes”, integrada  por  el  reg.  Río  de  la Plata (surgido de la unión de los batallones de negros libertos 7 y 8 de los Andes),  Reg.  11  de  infantería  y  Reg.  De  Granaderos  a Caballo), el general Enrique Martínez.

El  congreso  Peruano  nombra  una  junta  de  gobierno presidida por el mariscal José La Mar.

Luego de las derrotas sufridas por los patriotas en Torata y Moquehua (enero de 1823) el  gobierno  peruano  dio  una  comunicación  oficial  al ejército de los Andes que, por no existir gobierno general en las Provincias Unidas, debía borrar su nombre y pasar a  integrar  el  ejército  peruano,  eliminando  a  su  vez  las escarapelas argentinas y sus banderas distintivas.

Los oficiales argentinos comunicaron al gobierno peruano que  de  no  haber  gobierno   nacional  en  la  Argentina,  se pondrían bajo las órdenes del gobierno de la Provincia de

Buenos  Aires  y,  puesto  que  no  se los  necesitaba,  que  se abonara parte de los sueldos que se debían al personal y se le fletaran varios buques para retornar a Buenos Aires.

Mientras esperaban la respuesta del gobierno de Buenos Aires, los  soldados  argentinos  comenzaron  a  sentirse  embarcados  en  una  guerra  civil,  para  la  que  no  habían recorrido  luchando  miles  de  kilómetros:  las  disidencias entre  Torre  Tagle  (presidente  del  Perú)  y  Riva  Agüero (presidente  depuesto)  dividieron al  ejército  peruano:  el Regimiento  11,  comandado  por  Ramón  Estomba  debió cumplir  órdenes  de  las  autoridades  peruanas  y  realizar una campaña  al norte  de  Lima contra sus camaradas de armas  peruanos  que  apoyaban  a  Riva  Agüero  (mayo  de 1823).

Se  corría  el  serio  riesgo  de  que  los  demás  cuerpos expedicionarios  argentinos  se  vieran  envueltos  en  esta guerra. Retirados  los  restos  del  ejército  patriota  a  Lima,  ante  la llegada de un poderoso ejército realista, se decide resistir en el Callao por lo que se abandona la ciudad de Lima.

Los realistas ocuparon Lima nuevamente y pusieron sitio al  Callao:  entre  los  defensores  de  la  plaza  fuerte  más importante  de  América  del  Sur,  estuvo el  Regimiento  Río de la Plata (del 16 de junio al 18 de julio de 1823).

A  mediados  de  1823,  fué  designado  2º  jefe  del  Regimiento,  el  Teniente  Coronel  Ramón  Estomba   y  a partir de julio de 1823, participó de la persecución de los realistas desde El Callao hasta el río Lurin. Poco después, Estomba se hizo cargo del regimiento.

Cuatro  compañías  del  Regimiento,  (al  mando  de  los capitanes Pedro  José  Díaz  y   Ramón  Lista)  intervinieron en  la  campaña  de  Ica,  bajo  la  orden  del  coronel  Juan  G. Lavalle (agosto a noviembre de 1823) .Participaron en la batalla de Pisco y luego en el combate de  los Altos  de  Córdoba  (camino  a  Ayacucho)  donde derrotaron  a  las  fuerzas  comandadas  por  el  jefe  realista  José R. Rodil y aseguraron el control de toda la provincia de Ica para los patriotas.

 

La trágica sublevación. Antecedentes.

“La  época  calamitosa  para  los  auxiliares  argentinos  y chilenos  empezó  en  septiembre  de  1822  con  la  ausencia de  nuestro  general… se  proponían  hostilizarnos  y  quien sabe si disolvernos… toda clase de privaciones y miserias: desnudos así oficiales como soldados, por haberlo perdido todo en la campaña: sin  auxilio de ningún género, porque desde  que  marchó  el  ejército  a  intermedios,  no  se  pagó sueldo alguno: pereciendo de hambre….”comenta en sus memorias, el general colombiano Tomas Heres.

El Primer Congreso Constituyente del  Perú, se instaló en el  Callao  en  junio  de  1823,  y  depuso  del  cargo  de presidente del Perú al mariscal José de la Riva Agüero, a la  vez  que nombró  una comisión  para  solicitar la  venida de Bolívar “a fin de salvar al Perú” y trasladó el gobierno, el Congreso y los tribunales a la ciudad de Trujillo. A su vez,  encargó  el  gobierno  (17  de  julio  de  1823)  a  José  Bernardo Torre Tagle.

A fines de 1823, Bolívar llegó a Lima y en enero de 1824, dispuso  que  la  fortaleza  del  Callao  fuera  custodiada  por fuerzas  argentinas,  chilenas  y  peruanas  retirando  de  la plaza al grueso de las fuerzas colombianas.

En  esta  situación  quedó  el  regimiento  Río  de  la  Plata (622  hombres),  algunos  integrantes  del  11  de  infantería (350  hombres),  un  destacamento  chileno  de  artillería (150  hombres)   y  parte  de  dos  batallones  peruanos  de infantería.  En  total  1300  hombres  a  los  que  debían sumarse  en  la  defensa,  dos  escuadrones  de  Granaderos a Caballo que concurrirían a ese destino.

Del  contingente  de  infantería  sobreviviente  de  los  Andes (Reg. Río de la Plata y Reg. 11 de infantería), según Juan M.  Espora [1], no quedaban  más  de  160  soldados  de  los que  habían  cruzado  los  Andes ya  que,  las  bajas  en  la campaña  al  Perú  y  a  Ecuador,  y  los  desprendimientos para  formar  otros  cuerpos  peruanos,   habían  sido cubiertas por  negros  libertos peruanos, que  no tenían el mismo  espíritu  de  combate  que  los  argentinos,  y “pasados”   del  enemigo,  lo  que  no  garantizaba  su fidelidad.

Lo  mismo  ocurría  en  el  Regimiento  de  Granaderos  a Caballo  que  contaba  entre  sus  fuerzas  a la  mitad  de soldados peruanos y “pasados”.

Estas  fuerzas,  que  debían  relevar  a  las  custodias  del Callao,  debieron  permanecer  seis  días  a  la  intemperie, sin  alimentos  porque  no  se  les  franquearon  las  puertas de la fortaleza que iban a custodiar, «por sospechosos».

En la noche del 4 al 5 de febrero, se sublevó la tropa del Callao  encabezada  por  los  suboficiales  Damaso  Moyano[2] (que había pertenecido al Batallón 8) y Francisco Oliva (del  regimiento 11)  que  apresó  al  gobernador de la  plaza (Rudecindo Alvarado) y a todos los jefes y oficiales. [3]

Los sargentos mencionados, instaron a otros sargentos y cabos  de  la  guarnición  a  sublevarse  con  el  objeto  de reclamar  la  paga de  un año  que  se les debía   y  que  se  les  mejorara  el  suministro  de alimentos, el cual consistía en arroz podrido con charqui agusanado.

Facilitó la  disconformidad  de  la  tropa  el  hecho  de  tomar conocimiento  de  que  las  unidades  serían  trasladadas  al norte  del  Perú  para  ponerse  a  disposición  de  Bolívar, contrariando  su deseo  de  regresar  a  Chile  y  al  Río  de  la Plata.[4]

“Obtenido  este  triunfo,  cundió  la  desorganización  entre los  amotinados,  una  parte  de  la  tropa  estaba sorprendida, esperando las órdenes de los jefes a los que había  seguido  desde buenos  Aires.  Otra  se  dedicó  al desenfreno sin medida ni orden.  Hubo  un  intento  de parlamento  entre  las  tropas patriotas  y  los  sublevados,  en  el  cual  éstos  reclamaron  como  condición  para  levantar  la  medida,  que  se  le abonaran los sueldos atrasados y se los repatriara”.[5]

En  principio,  aceptaron  la  propuesta  del  capitán Estanislao Correa (hermano del general Cirilo Correa) de reunirse  con  los  jefes  argentinos  que  ellos  mismos decidieran. Los rebeldes eligieron como mediador al General Mariano  Necochea, por el afecto y la confianza que inspiraba en la tropa. Se   acordó  abonar  los  sueldos  pero  el  dinero  no  fué provisto  por  el  gobierno  del  Perú,  por  lo  que,  los sublevados dieron por terminadas las negociaciones.

Cuenta  en  su  biografía  el  coronel   Angel  Antonio Salvadores  que «…  se  hizo  avanzar  un  oficial  para  que pidiese  a  los  sublevados  una  conferencia.  Entretanto  la comisión (integrada por los generales Martínez, Correa, Necochea   y  otros  oficiales)  avanzaba    pero, habiéndosele  hecho  fuego  desde  los  castillos,  tuvo  que retroceder.  El  oficial  regresó  y  dijo  que  el  pretexto   de  los amotinados,  era  la  falta de  pago  pero  que  se  habían resuelto  a  oír  y  hacer  proposiciones.  Entonces  los generales  Correa  y  Necochea   tuvieron  una  conferencia con  los  de  la  fortaleza…»  y  culmina  Salvadores  expresando  que  los  amotinados  manifestaron «… gran disgusto  porque  se  les creyese  desertores  de  la  patria  y plegándose a los realistas…»

La entrevista se realizó en el Castillo del Real Felipe, con los  amotinados  pero «las  moderadas  proposiciones  que transmitieron  por  su  conducto,  fueron  equivocadamente recibidas  por  el  Congreso   (del  Perú) -cuenta  el  Gral Miller  en  sus  Memorias- y  los  esfuerzos  de  Correa  por disolver  la  sublevación  «…no  fueron  debidamente secundados  por  el  Gobierno   que  cuantas  tratativas hicieron  para  someterlos,  resultaron  inútiles.  El  pago  de 50.000  duros  habría  evitado  la  catástrofe,  pero  la tesorería no tenía a disposición esta suma y los miembros del gobierno no tuvieron el patriotismo de anticiparla…»

Para  orientar  su  accionar,  el  sargento  Moyano  se contactó con el coronel español  José María Casariego. “Este le recomendó que trasladara a todos los prisioneros españoles  fuera  de  la  prisión  y  que  en  ella  colocaran  a todos los oficiales patriotas ya que, según sus dichos, de los españoles «no tenía nada que temer y sí mucho de las represalias de los jefes argentinos».[6]

Poco  después,  Casariego  convenció  a  Moyano  y  Oliva  de la  necesidad  de  contar  con  el  apoyo  de  los  españoles para dominar la situación, a la vez que les ofreció cargos importantes  en  el  ejército  realista  en  caso  de  acceder  a esta sugerencia.

Moyano  habló  con  la  tropa  para  convencerlos  que  la única manera de volver a Buenos Aires era con el apoyo de  los  españoles  y  así,  los  prisioneros  españoles  fueron liberados.

Moyano se declaró Jefe superior con el grado de Coronel, Oliva  fué  nombrado  teniente  Coronel,  Casariego  se designó  gobernador  político  y  Militar  del  Callao,  se reformaron  los  cuerpos  a  los  que  se  les  dió  jefes españoles  y  se  libró  oficio  al  General  Canterac  (jefe español  de  todas  las  fuerzas  que  quedaban  en  Perú) poniendo a su disposición la plaza del Callao. [7]

Los  oficiales  arrestados  fueron  puestos  bajo  la  custodia del  “coronel”  Oliva,  que  contaba  con  dos  cañones  de metralla  y  100  hombres,  y  órdenes  de  ametrallar  a  los prisioneros si intentaban algo.

La  plaza  se  había  perdido  definitivamente  y  al  respecto, uno  de  los  testigos  presenciales  -el  general  Miller escribe  en  sus  Memorias sobre el  accionar  de   las autoridades  peruanas: “el  Congreso  no  hizo  nada,  y  el gobierno  hizo  peor  que  nada. En vez  de procurar  atraer  a sus  deberes a  los  amotinados,  el  presidente  y  el  ministro de  guerra  principiaron  a  buscar  secretamente  medios  de reconciliarse con los realistas…” [8]

[1] Espora Juan M. “Episodios Nacionales” Bs. As. 1889

[2] El músico chileno José Zapiola, en su libro “Recuerdos de 30 años” sostiene que Moyano era tambor Mayor del batallón 8, y que tenía una cicatriz que le atravesaba todo un lado de la cara.

[3] Según B. Mitre, entre los jefes y oficiales aprisionados se encontraban,  entre  otros, “…auditor  de  guerra  López Aldana,  Jefes:  Videla  Castillo  (José),  Ortega,  Carrasco (Eduardo),  Medina, Magan  (Escolástico)  Agüero,  Llicio, Girout  (Eugenio)  Tenorio,  Oficiales:  Díaz,  Pedro  José, Gómez, Pando, Cavero, Belareso, Campana, Lista (Ramón) Ortiz,  Heredia,  Castro,  Prudan  (Juan  Antonio) Pérez,Jiménez,  Callejas,  Reaño,  Noriega,  Ríos,  Quiroga, Carrillo,  Grados,  Cheguecas,  Gallangos,  Lucero,  Miro, Funes,  Alvarez,  Calderón,  Muñiz,  González,  Taramona, González  (Lorenzo  Román)  González  (José  Ignacio)  Pérez (José  Miguel)  dos  hermanos  Dulantos,  dos  hermanos Barrones,  Tapia,  Tineo,  Fernández,  Gómez,  Cabanillas,  Ariste, Godoy, Pérez (Manuel) Luján, Oliva, López (Manuel) …”

[4] General Garcia Camba. “Memoria de las armas españolas en el Perú”

[5] General Garcia Camba. “Memoria de las armas españolas en el Perú”

[6] General Garcia Camba. “Memoria de las armas españolas en el Perú”

[7] “Dho. Sor. comunica desde Chile q.e el dia 5. de Feb.° ult.e se  tuvo  en  Lima  la  noticia  de  haverse  sublevado  en  la noche  anterior  la  guarnicion  de  los  Castillos  del  Callao conpuesta de toda la infant.a y artilleria de la div.n de los Andes. 115 hombres de Colombia, 200 artilleros de Chile, unos  piquetes  del  Peru,  y  algunos  lanceros  q.e  se hallaban  en  aquel  punto  para  pasar  a  Truxillo.  Como  los sublebados  daban  por  pretesto  de  su  determinacion  el hallarse  enteramente  inpagados  y  aun  faltos  de subsistencia, el Sor. Plenipot.° y algunos Gefes de la div.n hicieron  de  acuerdo  con  el  Gov.e  quantas  tentativas estaban  a  sus  alcances  p.a restablecer  el  ofn  y  evitar  las consequencias de este suceso, pero todo fue en bano pues los  sublevados  se  pusieron  baxo  las  orns.  de  un  Cor.l español  prisionero  en  casas  matas;  enarbolaron  el estandarte  enemigo  y  abrieron  las  hostilidades  contra la Republica.» Carta  de  Rivadavia  al  gobernador  electo  de  Buenos  Aires,  Juan Gregorio de Las Heras, 17 de Abril de 1824

[8] “Vocación Militar de Simón Bolívar” Cdo en Jefe del Ejército, 1983.

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Acerca de Julio Ruiz 58 Articles
Profesor de Historia. Colegio Cervantes y Jesús Sacramentado de Bolívar, Argentina. Ex Intendente de la Ciudad de Bolívar en la Provincia de Buenos Aires, Argentina en el período 1987-1991. Abogado. Integrante de la Asociasón San Martiniana en su caracter de presidente. Columnista en el Diario La Mañana. Obras Históricas entre otras: Blandengues, “La Odisea”, “Historias que hicieron cuentos”, “Paginas de una historia olvidada”. “Hubo un tiempo que fue Hermoso”una creación colectiva de ex alumnos, Bachilleres de la promoción 1972 del Colegio Nacional de Bolivar (Bs As). Los Negritos de San Martín. “La historia, un cuento y un libro”

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