Los prisioneros de la sublevación
Según Mitre, los prisioneros fueron encerrados en los calabozos subterráneos de las Casamatas y estos solo contaban con pequeños respiraderos que apenas daban paso a la luz, por lo que los prisioneros vivían en tinieblas.“…Hacía dos días que el desorden reinaba en la plaza y nadie se había acordado de dar de comer a los prisioneros…para mayor tormento se habían aglomerado en una sola cuadra, mas de cien personas que no tenían el aire suficiente para respirar, ni el suelo necesario para dormir…”[1]
La columna de prisioneros argentinos, peruanos y chilenos, salió de Lima el 8 de marzo de 1824 y tomó el camino de la quebrada de San Mateo.
Al tercer día llegaron a la de Tambo Vizo. En una curva del camino, los oficiales Juan Ramón Estomba y Juan Pedro Luna se agacharon como para tomar agua y se fueron deslizando por la ladera mientras dos oficiales argentinos, Juan Antonio Prudan, (prisionero desde Vilcapugio en el Callao, liberado por San Martin en 1821) y el capitán Alejo Millán (prisionero desde Ayohuma en el Callao, liberado por San Martín en 1821) cerraron el claro para que los guardias no observaran el intento de fuga.
Al darse cuenta los realistas, luego de un intento de sorteo de víctimas para escarmiento, fusilaron a Prudan y Millán que valientemente se denunciaron como cómplices de la fuga. Luego de este trágico suceso conocido como “el sorteo de Matucana” los sobrevivientes de la columna de prisioneros continuaron su viaje y fueron confinados en la Isla de Estévez, en el lago Titicaca.
Durante el viaje, en el poblado de Santa Rosa, los prisioneros se sublevaron contra sus captores y luego de un desigual combate de 90 prisioneros desarmados contra 300 soldados armados, “triunfaron los patriotas, quitáronle las armas al enemigo para hacer uso de ellas, y conseguida la victoria de dirigieron a las provincias de Azángaro y Carabaya, y proclamaron la independencia en esos pueblos”
Luego se dirigieron hacia La Paz, pero su marcha se retrasaba por llevar consigo, 80 prisioneros españoles y al no poder unirse al caudillo Lanza, ante la noticia de que el general Valdez con una importante fuerza, avanzaba a reprimirlos, se retiraron a las montañas de los Yungas. Allí esperaban reunirse con Lanza pero los realistas los fueron cercando con importantes fuerzas, por lo que decidieron dividirse en pequeños grupos y escapar a traves de las montañas.
Muchos de ellos escaparon ayudados por los indígenas del lugar y se refugiaron en las montañas del Coroyco, en el Alto Perú.
Veintisiete de ellos murieron de hambre y sed, otros devorados por las fieras y otros se entregaron nuevamente a los españoles. [2]
El Coronel Ramón Estomba, luego de la huída fué recogido por tropas patriotas y se dedicó a la guerrilla con los naturales altoperuanos. Para octubre de ese año fué designado “ comandante de Costa». A su cargo estuvo fusilar a varios de los cabecillas de la rebelión.
Escolástico Magan (luego Coronel) y Ramón Lista (luego Coronel), con otros varios compañeros, organizaron una fuga y la llevaron a cabo durante un alto en el pueblo de Santa Rosa pero, perseguidos por los enemigos y, atacados por las fieras, el hambre y la enfermedad del surumpí cayeron en poder de los realistas.
Cuando estaban por ser fusilados, un ataque de los guerrilleros de Manuel Lanza impidió la ejecución y fueron remitidos a Lima, luego a la Isla de Estévez con los demás prisioneros del callao.
Cipriano Miró (luego general) es uno de los que logró escapar del pueblo de Santa Rosa, pero fue recapturado por los realistas en las montañas de Songos. Permaneció en la isla de Estévez hasta diciembre de 1824. Se incorporó a la expedición de Alvarado y Perez de Urdininea.
El Capitán José Ignacio González, murió en prisión en la Isla Estevez.
Ramón Saavedra (coronel) fue uno de los que tuvo la suerte de escapar y reincorporarse al ejército libertador comandado por Bolívar. Por esta razón, llegó a participar en la batalla de Ayacucho. (diciembre de 1824)
Antonio Saturnino Sánchez (coronel) estuvo en el grupo que consiguió fugarse del pueblo de Santa Rosa. Huyó a Cochabamba y permaneció allí hasta enero de 1825. Sublevó a las tropas realistas a favor de la independencia y por ello fue condecorado y designado gobernador de Chayanta.
Tristán Echegaray (luego coronel) logró huir y llegar al territorio de las Provincias Unidas.
Hilarión Plaza (coronel) prisionero en la batalla de Moquehuá mientras comandaba el 2º batallón de la legión Peruana, se reencontró con sus viejos compañeros de armas en la prisión del lago Titicaca.
Los desdichados que quedaron en prisión, estuvieron allí hasta el 15 de diciembre de 1824, fecha en que sublevados bajo las órdenes del coronel Videla Castillo y el General Alvarado, pudiendo liberarse de los realistas. Alvarado tomó el mando de esta pequeña fuerza (que con los prisioneros existentes en el lugar llegó a 292 oficiales y 18 soldados) y luego de penosa marcha, se incorporaron al ejército de Sucre, vencedor de Ayacucho.
Bibliografía utilizada.
[1] Mitre, Bartolomé. Páginas de Historia. Bibliot. La Nación, Bs. As. 1906.
[2] En “El Album de Ayacucho” Lima 1862, (versión digital)
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