La división de los Andes en la Campaña al Perú. Parte II

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Falucho…

En  la  noche  del 6 de  febrero,  se  hallaba  de  guardia  en uno  de  los  torreones,  un  soldado  negro  del Regimiento Río de La Plata, Antonio Ruiz. Como  uno  de  los  tantos  soldados,  quedó  envuelto  en  la sublevación  que,  hasta  aquél  momento  no  tenía  más carácter que el de un simple motín. Mientras éste centinela custodiaba en lo  alto del torreón[1] donde flameaba la bandera peruana, Casariego decidía con  los  sublevados,  enarbolar  el  pabellón  español. Esto debía  hacerse  en  horas  de  la  noche  para  evitar  que  las tropas  argentinas,  tuvieran  tiempo  de  arrepentirse  y cambiar de decisión.

La bandera española fué sacada de su encierro y llevada en  triunfo  hasta  el  torreón  donde  debía  ser  izada  con una  salva  general  de  todos  los  castillos.  Faltaba  poco para  amanecer  y  en  ese  momento  los  realistas  liberados encabezados  por  Oliva,  llegaron  al  torreón donde  se encontraba de guardia Antonio Ruiz.

A  la  vista  de  los  presos  liberados  con  la  bandera española,  el  guardia  comprendió  la  situación  pero  sobre todo,  las  consecuencias  del  motín  y,  abandonando  su arma  se  tiró  al  piso  donde  se  puso  a  llorar desconsoladamente,  al  ver  el  triunfo  de  aquellos  a  quienes había combatido durante catorce años.

Los  encargados  de  izar  la  bandera  realista  ordenaron  a Ruiz que  presentara  armas  al  pabellón  del  Rey   que  se iba a enarbolar.

Cuenta  el  gral.  Enrique  Martínez  en  Montevideo,  en 1845,  que  el  soldado  porteño  dijo «no  puedo  hacer honores  a  la  bandera  contra  la  que  he  peleado  siempre», mientras  Mitre acota que  los  realistas  le  gritaban»¡Revolucionario,  Revolucionario!»  recibiendo  por respuesta por parte del soldado argentino » Mas vale ser revolucionario  que  traidor» y  acto  seguido,  partió  el  fusil de un golpe contra el asta de la bandera española.

Los  ejecutores  de  la traición  se  apoderaron  del  soldado que  gemía  y  sollozaba  tristemente,  y  le  impusieron  que iba  a  morir  en  ese  momento.  Cuatro  tiradores  realistas apuntaron a su pecho y a la voz de «¡Fuego!» gritó, antes de  recibir  los  cuatro  balazos  que  lo  arrojaron  muerto contra  la  pared  del  torreón: «¡Viva  Buenos  Aires!» Para enarbolar  la  bandera  española  en  El  Callao,  fué necesario  pasar  por  sobre  su  cadáver  y,  cuando  él pabellón  real  se  alzó,  subió  salpicado  con  la  sangre  del héroe  negro. Así  murió  Antonio  Ruiz,  negro liberto  nacido en Buenos Aires, incorporado a las filas del regimiento de Pardos  y  Morenos,   posteriormente  el  Batallón  8  de  los Andes  y  por  último  al  Regimiento  Río  de  la  Plata,  que combatió  en  Chacabuco,  Maipú  y  Cancha  Rayada.  Sus compañeros  lo  conocían como  «Falucho»  y  así,  bajo  ese apodo se hizo famoso.

Respecto  a  este  hecho,  cuenta  el  coronel  Juan  Isidro Quesada  en  su  biografía  que «después  de  varias conferencias,  los  amotinados  elevaron  el  pabellón español…Cuéntase  que  hubo  gran  disgusto  entre  los soldados  insurrectos  cuando  algunos  enarbolaron  la bandera  española,  y  que  considerable  número  de  los soldados  argentinos,  rompieron  sus  armas  y  quisieron evadirse,  por  no  participar  del  crimen  que  habían cometido…»

El   General  Gerónimo  Espejo  agrega  que:  «…vimos… afirmar  la  bandera  española  en  los  castillos  y  torreones, con  salvas  de  artillería.  Con  este  motivo  circularon  en Lima  referencias  a  negros  del  »  Río  de  la  Plata  »  que  se habían  obstinado  en  no  gritar  «viva  el  rey»,  así  como  que habiendo  ocurrido  una  especie  de  nuevo  motín  por  esta causa,  Moyano  y  Casariego  lo  habían  sofocado, atravesando  con  su  espada  a  algunos  y  fusilando  a otros…»

El Coronel Juan Espinoza, en sus memorias (publicadas en Perú en 1852) relata que “el centinela que estaba en el baluarte  de  las  casamatas,  y  cuyo  nombre  sentimos  no recordar, pero que se distinguió en el ejército con el apodo de  Falucho,  cuando  se  le  mandó  presentar  armas  al pendón  español,  entendió  que  el   no  podía  hacer  honores a  un  pabellón  contra  el  que  había  luchado  siempre y tomando su fusil por el cañón, lo rompió contra el asta de la bandera…”

Respecto  de  la  actuación  de  este  héroe  olvidado,  dice José  Zapiola  (“Recuerdos  de  30  años.  1810/1840”)  que una sola voz protestó contra la traición a la patria “…  y esa fue la del africano Falucho, soldado de Cazadores del  mismo  batallón (el  nº  8)…se  atrevió  a  desafiar  a  sus camaradas  de  Chacabuco  y  Maipú  llamándolos  traidores y  concluyendo  por  hacer  astillar  su  fusil  contra  el paredón. Los traidores lo hicieron fusilar…”

“Así  es  que  lograron  enarbolar  el  estandarte  real  con  las propias  manos  que  tantas  veces  lo  habían  destrozado. Habiéndonos  entregados  por  este  acto  a  los  españoles, fuimos  declarados  prisioneros  de  guerra…  A  los  40  días de encerrados en las Casamatas fuimos  trasladados  de allí,   por  la  división  Monet  al  cuartel  general  de Guancayo…»(de  la  exposición  del  coronel  Pedro  José Díaz) [2]

El  7  de  febrero,  Casariego  oficiaba  al  General  Canterac :”no  hallo  expresiones  capaces  de  manifestar  a  V:E:  lo grande,  heroico  y  extraordinario  de  este  acontecimiento; solo estaba reservado pera unas almas de fuego como las del digno Coronel don Damaso Moyano y sus compañeros. El  resultado  de  una  combinación  muy  meditada,  es tremolar  el  pabellón  en  todas  sus  fortalezas;  1500 hombres  dispuestos  a  perecer  bajo  sus  ruinas  lo defienden.”[3]

Según el general español García Camba, Moyano conocía a  Casariego  por  haber  servido  con  él,  en  Chile,  en  el Regimiento  Talavera.  Es  decir  que  en  realidad,  Moyano sería-  a la  opinión  de  García  Camba,  un   prisionero realista “pasado” a los patriotas, después de Chacabuco.

[1] Mitre en “Historia de San Martín”, denomina al torreón “Independencia” .  Cuando el Callao se rindió a los patriotas, San Martín la bandera del Estado  del Perú.  Cuenta  el Gral. Guido,  en  nota  a  San Martín: »  A  las diez  de  la  mañana  las  tropas  de  la  patria,  tomaron  posesión  de  lasfortalezas del Real Felipe, San Miguel y San Carlos y los pabellones del  Estado Libre del Perú, flamearon en ellas por primera vez…»

[2] Mitre, Bartolomé. Páginas de Historia. Bibliot. La Nación, Bs. As. 1906.

[3] Memorias del Gral. García Camba. “Biblioteca de Ayacucho”, Vol. 7, T° 2, pag. 156.

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Acerca de Julio Ruiz 58 Articles
Profesor de Historia. Colegio Cervantes y Jesús Sacramentado de Bolívar, Argentina. Ex Intendente de la Ciudad de Bolívar en la Provincia de Buenos Aires, Argentina en el período 1987-1991. Abogado. Integrante de la Asociasón San Martiniana en su caracter de presidente. Columnista en el Diario La Mañana. Obras Históricas entre otras: Blandengues, “La Odisea”, “Historias que hicieron cuentos”, “Paginas de una historia olvidada”. “Hubo un tiempo que fue Hermoso”una creación colectiva de ex alumnos, Bachilleres de la promoción 1972 del Colegio Nacional de Bolivar (Bs As). Los Negritos de San Martín. “La historia, un cuento y un libro”

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