La carrera de Filosofía y sus contradicciones

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Generalmente, los aspirantes a estudiar Filosofía en nivel terciario o universitario salen del sistema educativo obligatorio con un perfil más cercano al espíritu contestatario que a la obediencia. Tienen motivaciones existenciales, hay algo que los incomoda aunque tal vez no sepan qué, y les urge el hecho de transformar el mundo a partir de un idealismo propio de la edad.

Luego, todas aquellas motivaciones encuentran grandes obstáculos para ser llevadas a cabo.

En efecto, los ámbitos académicos de Filosofía no suelen ser demasiados plurales; mucho menos, críticos y participativos.

Ello, en parte, sucede porque el paradigma del docente universitario de la disciplina es la figura del especialista. El Doctorado es un viaje de idea, donde los caminos son tan únicos como descontextualizados. Hay profesionales de renombre que le dedican toda su vida intelectual únicamente a un autor, presentando ponencias o asistiendo a Congresos para acreditar saberes ante un auditorio que en ocasiones suele resistirse a abandonar su cómodo ombliguismo.

Estos selectos contingentes de ilustrados se autoperciben como «filósofos», una suerte de categoría oficial que niega o menoscaba otras formas de vincularse con el saber, quedando afuera todos aquellos que se sienten movilizados a sacudir desde los cuestionamientos, manifestando propuestas creativas para despertar del letargo a generaciones nunca del todo acostumbradas a la novedad.

La dicotomía entre académicos y pedagogos vuelve siempre a escena porque instala una disputa que lleva a la polémica. De un lado (los primeros) dicen que los otros ejercen un oficio barato, sencillo, inconsistente; la contraofensiva (el segundo grupo) replica sin piedad: aquéllos son mezquinos, arrogantes y sobrevalorados.

Gran parte de la crisis de la Filosofía en los bachilleratos -con ecos en España, primero; Chile y otros países de América Latina luego- tiene que ver con esta discusión. Si los docentes que van a trabajar con niños y adolescentes son preparados por indiscutidos intelectuales -geniales en lo suyo- que nunca han transitado los pasillos de las aulas escolares, entonces hay por lo menos un problema.

Una carrera interesante, profunda y con eje en la reflexión, si se vuelve silenciadora disciplina en la pasividad; es decir, fomenta un contrasentido a lo que en principio debería generar.

Aunque no lo reconozcan, hay académicos que tienden a ser conservadores. Son tan buenos en sus investigaciones y tan altos sus logros, que cualquier crítica negativa hacia su labor es ninguneada. Compiten contra ellos mismos; jamás pierden y ni siquiera empatan, aunque en conferencias internacionales lean sus trabajos en voz alta, de principio a fin, con tono monocorde, temerosos de mirar al frente. Negociar es ceder y queda el interrogante de saber cuántas personalidades de ese calibre aceptarían tal acto de humildad.

Por otra parte, existen pedagogos que se quedan envueltos en una encrucijada: la obligación de transformar un estado de cosas que parece irreversible. Es tanta la desidia de la educación formal que proponer algo distinto y disruptivo puede llevar consigo el riesgo de morir en el intento. Otra dificultad es que desde las aulas no se haga filosofía sino charlatanería de café, lo cual tampoco sería tan grave, aunque se supone que en las instituciones oficiales de la escolaridad los planteos deberían ser un tanto más sistemáticos.

Lo complicado sería creer que un docente como el de la serie Merlí, quien encarna el legado socrático de la mayéutica, pueda deambular libremente en todos lados. Hay determinados ámbitos -como las del sector privado (y si es confesional, más complejo aún)-, en que el currículum oculto asoma como amenazante: allí suelen ser más habituales las experiencias de autoridades defensoras de una doble moral que no siempre es replanteada. Quieren una escuela sin conflictos cuando cada tanto reprimen el sentido crítico y venden una oferta en que sus estudiantes piensen-piensen-piensen pero como «desde arriba» quieren.

Y ahora bien: ¿Es posible reconciliar al joven que ingresa con unas expectativas a la carrera de Filosofía y debe acomodarse a las contradicciones de los estudios superiores para poder lograr el objetivo de graduarse?

La respuesta es sí, aunque con matices.

Pretender operar como un outsider no es para cualquiera.

Ser joven y conservador es una contradicción más cultural que biológica.

Sobrevivir a esa obsolescencia implica tener la lucidez y la posibilidad de encontrar los lugares donde sea posible dar con un entorno propicio para la experiencia de filosofar.

Hay cuatro caminos:

La docencia escolar.

La investigación académica.

La divulgación.

Y la función pública.

Respecto de esta última, cabría tomar los recaudos necesarios. No vaya a ser cosa que aquellas voces admiradoras de revolucionaros como Marx o Nietzsche -como si fueran los únicos filósofos a considerar-, ahora, desde los altos mandos, se dediquen a defender con uñas y dientes todo aquello que denostaron sin renunciamientos. Nunca hay que perder de vista algo elemental: a esos cargos, si se llega rápido o esquivando necesarios eslabones, es por un dedo que señala al que sabe trepar y atropellar con el modus operandi de la peor meritocracia.

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Acerca de Adrián López Hernaiz 26 Articles
Docente y divulgador de Filosofía egresado en la UNLP. Estudiante de Posgrado en Ciencias Sociales por la misma institución; su tema a investigar se vincula con La Noche de los Lápices. Con Ediciones Masmédula (editorial independiente de La Plata) publicó dos libros: En 2014 escribió una obra de relatos llamada LAS PALABRAS QUE NOS TRAJO EL VIENTO (organizada en tomos: “Primavera”, “Verano”, “Otoño”, “Invierno”). Para 2016 presentó ALGO QUE SEPAMOS TODOS (textos de filosofía en dos volúmenes: “De la caverna al sol”, con contenido más humanístico; “De la lupa al telescopio”, orientado a las ciencias). Esta producción ha sido difundida en ámbitos académicos de México y Uruguay; circula por escuelas, institutos de formación docente y una materia de didáctica de una universidad nacional del país. Actualmente, el autor trabaja en un libro basado en entrevistas a gente del arte, la ciencia, la cultura; así como también a activistas de derechos humanos y demás referentes que contribuyen a un mundo mejor. Su exposición está prevista para fines de 2020. Se desempeña como docente en escuelas primarias y secundarias; también en nivel universitario. Participa de Jornadas y Congresos a nivel nacional e internacional. Es columnista del programa radial “El Buscador”, que se emite por La Redonda (FM 100.3) de la ciudad de La Plata. También, colabora con textos para la revista digital educativa “El Arcón de Clio” y el portal de noticias “Miravox.info”.

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