Inglés y pragmática

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ingles¡Entendí todas las palabras, pero no entendí lo que dijo!
Durante la segunda mitad del siglo XX, muchos lingüistas se han dedicado a estudiar los distintos aspectos del lenguaje para poder dar lugar a varias teorías de la enseñanza de idiomas.

Comúnmente, en las instituciones educativas, como las escuelas o institutos, se hace hincapié en el aspecto gramatical de los idiomas: cómo se forman las oraciones, los tiempos verbales, las categorías de las palabras y sus inflexiones. Podría decirse que la enseñanza está orientada a “hablar correctamente”.
Sin embargo, dicha orientación es muy pobre, sobre todo si pretendemos lograr un resultado que se adapte de verdad a la realidad, que sea útil al usuario del lenguaje. Y ahora veremos por qué.
Lo primero que hay que tener en cuenta es el concepto de “inteligibilidad”, que incluye la capacidad de reconocer una expresión, conocer su significado y la función sociocultural de éste. Esto quiere decir que un hablante no puede satisfacer sus necesidades comunicativas simplemente sabiendo “qué dice el diccionario sobre un término”, sino que también debe estar al tanto de su uso social, del significado nuevo que adopta una palabra cuando se la asocia a un determinado contexto.

John Austin, filósofo y lingüista inglés, define las tres etapas de la inteligibilidad como:

 

  • Fuerza locutiva o percepción literal del contenido (significado) de la palabra.
  • Fuerza ilocutiva o interpretación del contenido; qué se quiso decir.
  • Fuerza perlocutiva o efecto del contenido; cómo influye en el contexto.

 


Según Austin, existen usos de las palabras que no siempre (de hecho, muy pocas veces) coinciden con sus significados literales. Si uno se pone a reflexionar al respecto, por cuestiones sociales tales como la pertenencia a un grupo, para “romper el hielo” o para generar empatía, por ejemplo, optamos por los sentidos figurados, las ironías y por el “habla familiar” más que por el “habla correcto”.

Lo que se pone en juego no es entender lo que dice el hablante sino su intención al hablar, qué efecto busca lograr en su entorno social. Esto se conoce como la “pragmática” del lenguaje, la praxis, la práctica, lo que hacemos hablando.

En relación a esto, podemos tomar prestada la teoría del sociolingüista Dell Hymes, que menciona cuatro parámetros del conocimiento linguístico:

– Si algo es posible o correcto.

– Si algo es aceptable aunque no sea correcto.

– Si algo es apropiado al contexto.

– Si se está realizando una acción concreta al hablar (como dar una orden o prometer algo).

Supongamos que un alumno muy aplicado se dedicara a estudiar inglés diariamente de la mano del diccionario: viendo y reviendo los significados de las palabras, memorizando sus categorías gramaticales y copiando atentamente las pronunciaciones. ¿Sería esto suficiente? ¿Le alcanzaría para poder comunicarse aunque sea para cuestiones elementales? Definitivamente no. Y ahí está la falencia más grande para optimizar el proceso de enseñanza-aprendizaje: desconocer el aspecto social del lenguaje.

Las principales causas de lo que se conoce como “communication breakdown” o problemas de comunicación son, en orden: la pronunciación, el léxico, la gramática, el conocimiento del mundo o la simultaneidad de dos o más causas.Este conocimiento del mundo hace referencia al mundo en el que tiene lugar el idioma, a cómo se hace referencia a lo que nos rodea mediante las palabras. Acá nos encontramos con la falla pragmática: “entendí todas las palabras, pero no entendí lo que dijo”.

Lamentablemente, este es el aspecto lingüístico al que más difícilmente se llega con la docencia por tres razones fundamentales: corto tiempo de clase, ausencia de contacto con situaciones concretas del uso del idioma y falta de conocimiento del léxico y la gramática. No obstante, es interesante destacar que para ir familiarizándose de a poco con la pragmática del lenguaje, aunque sea la tarea más compleja, los medios para lograrlo son los más dinámicos y entretenidos: mirar series de televisión, ver entrevistas de los artistas que nos gustan, películas (sobre todo comedias familiares), leer revistas de variedades, para adolescentes, de moda, entre otras cosas. Obviamente, siempre en inglés. Por eso, sería una buena opción complementar la tarea educativa del docente con este tipo de actividades. En vez de pedirles a los alumnos que para la clase siguiente hagan ejercicios del libro, podríamos encargarles que hagan alguna de las cosas mencionadas semana a semana y que nos cuenten qué entendieron, qué reacciones observaron en otros o en sí mismos al ver o leer un fragmento determinado, cómo traducirían ellos una frase del sentido figurado al literal o que investiguen qué palabras coloquiales reemplazan a palabras formales en el uso cotidiano.

Lo fundamental es siempre tener en mente como profesores de un idioma que no estamos enseñando palabras o frases, sino que estamos ayudando a los chicos a insertarse en una sociedad, a poder comunicarse, a lograr un objetivo mediante los enunciados y a ser competentes en un mundo que cada día nos exige un poco más.

Bibliografía:

Austin, J. L. 1962. How to do things with words. London: Oxford University Press.

Hymes, D. (1972). Models of the interaction of language and social life. In J. Gumperz & D. Hymes (Eds.), Directions in sociolinguistics: The ethnography of communication. New York: Holt, Rhinehart & Winston.

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Acerca de Ana Cermelo 8 Articles
24 años. Estudiante de Traductorado de Inglés-Español en la UNLP. Profesora suplente de Inglés en Colegio Sagrado Corazón.

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