Entre junio y noviembre cayó 11 puntos porcentuales la comunicación diaria entre los alumnos y las escuelas, según lo informado por las familias en un relevamiento nacional. En el mismo período aumentó la preocupación de padres y madres sobre la posible pérdida de aprendizajes. En la segunda parte del año se tomaron más exámenes: uno de cada cuatro estudiantes de primaria fue evaluado
De junio a noviembre disminuyó 11 puntos porcentuales la comunicación diaria entre estudiantes y docentes en las escuelas primarias urbanas. En paralelo, se incrementó la comunicación cada 15 días, es decir que el vínculo de los alumnos con la escuela pasó a ser más esporádico. A su vez, disminuyó en 6,5 puntos porcentuales la proporción de alumnos que destinan más de 3 horas por día a sus actividades escolares: se pasó de 52,2% a 45,7% en este período.
Los datos surgen del informe “Los cambios en la educación argentina durante la pandemia de COVID-19. Un estudio sobre la evolución de las prácticas escolares y familiares durante el aislamiento”, del Observatorio Argentinos por la Educación, con autoría de Sandra Ziegler (FLACSO), Víctor Volman y Federico Braga. El documento presenta los resultados de dos relevamientos nacionales a familias con hijos en escuelas primarias: una realizada en junio y otra en noviembre.
El informe hace foco en los cambios en las prácticas pedagógicas y la relación entre escuelas y alumnos. Entre junio y noviembre hubo variaciones no solo en la frecuencia de la comunicación, sino también en sus razones: por ejemplo, aumentó 21,1 puntos porcentuales la comunicación destinada a corregir y evaluar tareas realizadas por los alumnos. Además, creció 5,8 puntos porcentuales la comunicación para saber cómo estaban los alumnos e interesarse por la situación personal o familiar.
“De los datos del informe se desprende que hubo mayoritariamente un vínculo estable de los docentes con sus alumnos, aunque la frecuencia de contacto y la cantidad de tiempo semanal dedicado a las tareas escolares han disminuido con el transcurso del tiempo”, señala Sandra Ziegler, coautora del informe. Y agrega: “Las prácticas prevalecientes de contacto fueron el envío de tareas a resolver y la evaluación de aprendizajes, y no se evidencian otros modelos de actividad en el trabajo remoto”. Ziegler también destaca que “la preocupación por la situación emocional y de cuidado de niños y niñas ha resultado un motivo de contacto de las escuelas a medida que avanzó el año”.
El relevamiento fue respondido por familias en base a una muestra representativa a nivel nacional de 262 escuelas primarias comunes de ámbitos urbanos. Los datos fueron recogidos en línea, es decir que las respuestas fueron brindadas por hogares con conexión a internet. Un segundo informe explorará, a partir de estas respuestas, las modificaciones en el uso de dispositivos tecnológicos y la conectividad a internet.
Aumentaron las evaluaciones, y se profundizó la preocupación familiar
Entre junio y noviembre disminuyó en 6,5 puntos porcentuales la cantidad de alumnos que destinan más de 3 horas por día a sus actividades escolares: se pasó de 52,2% a 45,7% en este período. Además, aumentó en 4 puntos porcentuales la proporción de familias que consideran que sus hijos están perdiendo aprendizajes: 7 de cada 10 familias (66,7%) piensan que la suspensión de las clases presenciales será perjudicial para el aprendizaje.
La cantidad de alumnos que tuvieron exámenes pasó de 11,5% en junio a 23,0% en noviembre: hubo un aumento de 100,0%. “La investigación muestra cómo, en cuanto se vio que la pandemia se prolongaba, se introdujo la evaluación y la recolección de evidencias para una eventual acreditación de aprendizajes hacia el cierre del año escolar. Los docentes y las escuelas fueron coherentes en respetar el proceso de aprendizaje en todas sus dimensiones, y además adecuaron aún más su desempeño en la segunda mitad del año, a la luz de los resultados obtenidos en el proceso”, opina María Cristina Gómez, directora de la Red de Educadores Innovadores.
“La pandemia produjo un quiebre respecto de dos funciones sociales de la escuela: la disciplina (hoy mala palabra aunque no en sus orígenes ni a los fines de la escuela del siglo XX) y el cuidado, que al contrario de la disciplina sigue más vigente que nunca –afirma Verónica Gottau, doctora en Educación por la Universidad de San Andrés e Investigadora Asociada del CEPE-Universidad Torcuato Di Tella–. Sin embargo, la escuela sí pudo retomar su función evaluadora y proveedora de contenidos. La caída de 11 puntos porcentuales en el contacto docente-alumnos junto al aumento de las actividades y evaluaciones pone en evidencia que las prácticas escolares pueden subsistir incluso con vínculos pedagógicos deteriorados”.
Mariana Chendo, directora de la Licenciatura en Ciencia de la Educación de la Universidad del Salvador, concluye: “Detrás de los números del informe, se escuchan las voces de las familias. Todas coinciden en una sentencia que nos alerta: la distancia y el tiempo traen el olvido. Hay que encontrar los modos institucionales de atender la sentencia, desoírla es condenar al olvido a las infancias argentinas”.
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