Esta crónica relata acontecimientos seleccionados caprichosamente, mezclados con recuerdos personales y desordenados en la línea de tiempo, en los tiempos que María Elena Walsh supo definir, con los militares en el poder, como “Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes” (1979/ Diario Clarín).
La radio del auto me escupió a media tarde-noche, la rendición en Puerto Argentino, nombre con que la dictadura había bautizado a Puerto Stanley, y una ambigua sensación de alivio y miedo me preanunció lo que yo ya sabía: Cuanto antes mejor, menos muertos y la certeza de que se iban a ir. El miedo estaba dado por la forma de la retirada del gobierno.
2 de abril: Poco antes del amanecer, a las 04:30 hora local, comienzan a desembarcar las tropas argentinas a 5 kilómetros de Puerto Stanley; los A-4Q proporcionan cobertura aérea al desembarco, mientras los Grumman S-2E Tracker realizan varias misiones de reconocimiento en busca de submarinos o naves de superficie británicas, encontrando sólo pesqueros polacos y de la URSS al norte de la isla “como acomodándose para ver las futuras acciones”.
Por último, los helicópteros SH-3D Sea King transportan infantes de marina a la cabeza de playa y naufragan para siempre (nunca digas nunca) pacientes políticas diplomáticas, de servicios, de atención y contención de logística a una población que hasta ese momento estaba totalmente olvidada por su metrópoli y su dependencia natural con el continente proyectaba algún tipo de futuro en conjunto.
El 23 de abril, el dictador Galtieri visita las islas y exhorta a las tropas a “combatir hasta la última gota de sangre”, que no hace falta aclarar que se refería a la de quienes estaban en la isla, pues él y su comitiva se marcharían media hora después de tan emotivo discurso. Mientras tanto, los primeros barcos de la flota inglesa ya estaban a 100 km de las islas.
En el país continental, salvo las provincias más australes que se sentían como hipotéticos blancos ante la inminencia del enfrentamiento bélico, se especulaba casi alegremente por la información que derramaba el gobierno militar acerca de: inminente cambio de rumbo de la flota pirata, la intervención de la ONU, la del Vaticano, el TIAR, presiones secretas del Pentágono sobre la primera ministra británica, el secreto apoyo de los submarinos de la URSS y una inimaginable lista de disparates que la opinión pública metropolitana tomaba con gusto,como por ejemplo la trasmisión por la Radio Provincia de La Plata del oscurecimiento “en vivo” de la ciudad en una práctica contra eventuales ataques aéreos, en una escena digna de Woody Allen para su película “Bananas”.
El 1º de mayo a las 04:45 horas un solitario Vulcan bombardea la pista del aeropuerto de la capital de la isla y a las 07:50 desde el portaviones Hermes se lanzan 12 Sea Harrier que serán recibidos por un nutrido fuego de artillería
en Puerto Argentino.Ambas flotas se encuentran a menos de 300 millas de distancia la más corta de toda la guerra. Una formación de Mirage III en picada supersónica dispara un misil sobre una PAC (Patrulla Aérea de Combate) de Harrier. Antes de que termine el día los pilotos argentinos comprobarán algo que ya sabían, que es poco lo que pueden hacer frente al misil AIM-9L de los aviones británicos que les permite disparar de frente. Se pagará con sangre de valientes.
En Buenos Aires, Rosario o Córdoba como en la Matanza, San Pedro o Concordia la guerra se seguía por televisión, radio, diarios y ediciones especiales de las revistas de actualidad, casi como una justa deportiva o un espectáculo de entretenimiento: Las 24 horas por Malvinas. Salvo, claro está, para quienes tenían familiares o amigos en el campo de batalla cuyo miedo y angustia eran compartidos por quienes vivían en Río Gallegos, Comodoro Rivadavia o Ushuaia para quienes la guerra era un hecho real y cuyas consecuencias resultaban difícil de estimar.
La vida cotidiana de las grandes ciudades en nada había variado, quizás sólo el fenómeno del rock nacional que pudo acceder más libremente a los medios y a los recitales que volvieron a ser permitidos, lo que preanunciaba alguna primavera político-cultural de duración incierta.
A pesar de que la guerra ganaba en intensidad y consecuentemente se volvía más sangrienta, no hubo sacrificios de guerra de la población en general situada en esa geografía. A lo sumo el debate fue variando desde “vamos ganando” a “¿cuándo nos invaden?” y, casi enseguida, a “¿cuándo nos vamos a rendir “milicos hijos de puta?” en una súbita recuperación de “la memoria” de todas las atrocidades que se habían vivido.
En la guerra si no se gana es como en el fútbol si la pelotita no entra. El 25 de mayo, una magnífica operación militar planeada por la fuerza aérea y la aviación aeronaval, retrasó el triunfo británico por 30 días y acaso, de no ser por la logística aportada por EEUU, hasta la posibilidad de un fracaso de la Task force del Reino Unido.Era claro que la fecha era un aviso de alerta para la flota, la inglesa,claro, porque la nuestra había sido convenientemente guardada después del hundimiento del crucero General Belgrano, pensando más en Chile, la interna militar y posiblemente la segura derrota.
A las 15:20 horas dos escuadrillas del Grupo 5 de Caza, integrada por aviones A-4B, usando el relieve del terreno de la costa occidental de la Gran Malvina para ocultarse del radar atacaban al destructor tipo 42 Coventry, el cual se hundió rápidamente y a la fragata tipo 22 Broadsword que resultó seriamente dañada. El comandante Woodward da la orden al grueso de la flota, se aproximará para poder dar más cobertura aérea durante más tiempo.
Había caído en la trampa. A las 14:30 habían despegado dos Super Etendard de la 2ª. Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque portando cada uno un misil Exocet volando a muy baja altura, repostando en vuelo tanto a la ida como a la vuelta, encuentran un blanco de radar inequívoco, el grueso de la flota con sus portaviones. Los sorprenden porque vienen del lado del mar y apuntan sobre los mayores navíos disparando los misiles a 28 millas del blanco, que resultó quizás másvalioso que uno de los portaviones, el portacontenedores convertido en portaaeronaves, repuestos y misiles, el Atlantic Conveyor. Con él se fueron a pique su Capitán, más de doce helicópteros, aviones V/STOL, una preciosa carga de misiles americanos AIM-9L y toneladas de repuestos para aviones y helicópteros.
El 14 de junio terminó lo que el periodista Horacio Verbitsky definió como la última batalla de la tercera guerra mundial y como sostenían Cardoso, Kirschbaum y Van Der Kooy comenzó a resultar posible el renacimiento de proyectos civiles como el de Raúl Alfonsín.
La guerra terminó como empezó para la gran mayoría de la población, de golpe.Pronto otros temas ocuparán a la pinión pública: el agotamiento del gobierno militar y la necesidad de volver a los partidos políticos, en un escenario de vuelta al sistema democrático.
Alguna BIBLIOGRAFÍA sugerida.
Jesús Briasco/Salvador Huertas, MALVINAS. Testigo de Jesús Briasco/Salvador Huertas, MALVINAS. Testigo de batallas, Ed. Federico Domenech, S A Valencia, 1984.
Horacio Verbitsky, La Última Batalla de la Tercera Guerra Mundial, Ed. Nueva Información, 1984
Cardoso-Kirschbaum-Van der Kooy, MALVINAS. La trama secreta. Ed. Sudamericana-Planeta, 1983
Eddy-Linklater-Gillman, Una cara de la moneda, Ed. Hyspamerica, 1983
Marcelo Larraquy, La guerra invisible, Ed. Sudamericana, 2020
Fogwill, Los Pichiciegos, Ed. Alfaguara, 1983
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