El 1ero. de Mayo antes de y después de 1945. El significado del 1 de mayo ha sido motivo de disputa en nuestro país.
En breve síntesis, es posible identificar dos interpretaciones contrapuestas. La izquierda internacionalista lo considera como un día de lucha y de conmemoración de las víctimas de los obreros caídos a consecuencia de las brutales condiciones de explotación del sistema capitalista, en concordancia con la interpretación asignada originalmente a lo largo del mundo occidental: el repudio del baño de sangre descargado por la policía de Chicago, el 1 de mayo de 1886, sobre una multitud de trabajadores que reclamaban por la ejecución, sin juicio previo, de 8 trabajadores presuntamente involucrados en la muerte de un policía durante una protesta anterior, a los que se denominó “mártires de Chicago”. La otra lectura, preponderante dentro de nuestra sociedad, es la que comenzó a cobrar sustento a partir de los drásticos cambios experimentados por la situación de los trabajadores, como consecuencia de las políticas implementadas por el Gral. Juan Domingo Perón, a partir de 1943, que reconocen algunos antecedentes en las gestiones de Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear . Con el respaldo y la promoción de los derechos sociales y laborales por parte del Estado Nacional, una actitud reformista y negociadora fue caracterizando al movimiento obrero, que se benefició del reconocimiento de derechos fundamentales tales como la estabilidad laboral, salarios dignos, políticas de vivienda, salud y educación, cobertura frente a situaciones tales como maternidad o accidentes de trabajo, aguinaldo y vacaciones pagas, jubilación generalizada, etc.
De este modo, la jornada de lucha y represión que anualmente afrontaban los trabajadores, con picos críticos en la masacre del 1 de Mayo de 1909, cuando la policía federal, a las órdenes del Coronel Ramón Falcón ejecutó a 12 obreros anarquistas que participaban del acto conmemorativo, o bien las ejecuciones masivas de la Semana Trágica de 1919 o de la Patagonia, en 1921-1922 , pasó a convertirse, con el advenimiento del peronismo, en un día festivo, de celebración popular, donde las familias obreras concurrían a las plazas públicas, con epicentro en la histórica Plaza de Mayo, para disfrutar de una jornada de alegría y entretenimientos. Para marcar la diferencia entre las dos interpretaciones sobre el 1 de mayo, el peronismo pasó a denominar la celebración como “Día del Trabajo”, resaltando así la cooperación entre capital y trabajo, y despojándolo de la matriz clasista que subyacía al término “Día del Trabajador”, lo convirtió en Feriado Nacional y lo incorporó a las efemérides del movimiento nacional y popular en un papel protagónico, prácticamente a la par del mítico 17 de octubre, resaltando así la cooperación entre capital y trabajo. La nueva situación de los trabajadores provocó resistencias inclaudicables dentro de la oligarquía y de las clases medias, que incluso llegaron a poner en duda la condición humana de los trabajadores, describiéndolos como “aluvión zoológico”, según una infeliz definición del Diputado Nacional por la UCR Ernesto Sanmartino, que rápidamente se generalizó dentro de esos estratos. También las organizaciones políticas y sindicales repudiaron las políticas de inclusión del Estado Nacional, negándose a aceptar el fracaso de su prédica tradicional clasista, que sólo aceptaba al conflicto como escenario de lucha de los intereses antagónicos de capital y trabajo.
Superando las tradicionales diferencias, sectores sociales tan disímiles coincidieron en su condena común a la “dictadura de las alpargatas”, y observaron con espanto y desolación el crecimiento exponencial de la CGT, que pasó de contar con 80.000 afiliados en 1943, a 1.500.000 en 1947 y a 4.000.000 en 1955. Nunca perdonarían el reconocimiento de los derechos laborales de los trabajadores rurales, a través de la sanción del Estatuto del Peón, o la sanción de la Ley 14.250, de Convenios Colectivos de Trabajo, que ratificaba el protagonismo de los sindicatos y consolidaba los derechos, el nivel de ingreso y las condiciones de vida de los trabajadores. La Constitución de 1949 incorporó el denominado Decálogo del Trabajador, en su Artículo 37, que consignaba los derechos a trabajar, a una retribución justa, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de su familia, al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales.
Se ha llamado la atención sobre la ausencia del derecho de huelga dentro de este decálogo, y también la debilidad de su fundamentación, que sostenía que, en un gobierno democrático, ese derecho debería estar acotado a situaciones extremas. Esta tesis sería cuestionada más adelante por los sindicatos, cuando el peronismo ya no estuviese en el gobierno, y las instancias de protesta fueran restringidos hasta sus expresiones mínimas.
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