A menudo nos quejamos del hermetismo de los adolescentes sin pensar en que, la conversación también es un hábito que hay que alimentar día a día.
No podemos exigirle a un adolescente que, de pronto te cuente sus inquietudes si jamás conversó contigo.
Por eso es importante que comencemos cuanto antes a hablar con los niños y sobre todo es fundamental que aprendamos a escucharlos. Los adultos tendemos a adelantarnos a sus pensamientos a terminar sus frases, en definitiva a no escucharlos, a no dejar que se expresen a cerrarles el círculo.
Imagina una tarde de café con un amigo, intentas contarle simplemente que hoy, no sabes muy bien por qué, te has levantado contento pero a tu amigo le ha salido la lotería y claro, al lado de la suya, tu noticia no tiene color así que aunque lo intentas, él siempre acaba hablando de la suerte que ha tenido y de todo lo que va a hacer a partir de ahora. Es más, cuando intentas intervenir para cambiar de tema, él termina tus frases para poder seguir «hablando de su libro». ¡Qué agobio! ¿no te parece?
No es tan alejado de cómo conversamos a veces con los pequeños, acabamos sus frases, conducimos su exposición hasta que acaban diciendo lo que tú quieres y puede que ¡hasta estemos convencidos de que hemos mantenido con ellos una conversación!
Cuántas veces he oído: «Es que a mi hijo/a le pregunto qué tal ha ido el cole y ni me contesta, es imposible hablar con él». Te has planteado que tal vez no le apetezca hablar del cole, puede que no sea el momento o puede que no sea un tema de conversación sobre el que le guste hablar o tal vez es posible que no haya ocurrido nada especial y no sepa qué contarte.
Hay dos factores importantes que debemos tener en cuenta a la hora de mantener una conversación con los niños/as:
El momento: Desciende al universo niño y proyéctalo sobre el tuyo. A menudo olvidamos que los niños son también personitas con las mismas necesidades que nosotros. Si está cansado, está jugando… tal vez no sea el momento. A veces no es preciso sentarse a conversar como lo harías con un adulto pero sí puedes aprovechar determinadas situaciones de «tiempo muerto» para hablar con ellos. Por ejemplo, si viajas en coche, mientras esperas la visita del pediatra (y evitas las consolas, TV y demás entretenimientos) puede que sea un buen momento para tener una entretenida conversación.
Adelanta la hora de ir a la cama y cambia o intercala el cuento por una conversación, le va a servir para «bajar revoluciones» y para sacar a la luz todo lo que le ha pasado durante el día.
Es posible que sea el propio niño el que elija un momento concreto para hablar contigo. Piensa que la plancha, recoger la ropa, hacer la cena… puede esperar, ese preciso momento que él a elegido NO.
El tema: Si les hablamos de biología molecular, evidentemente no vamos a conseguir una conversación (o quién sabe, tal vez sí). Piensa en los temas que más le gusten e intenta plantearlos. Una buena forma de hacerlo es proyectarlos sobre la propia experiencia. A los niños/as les encanta saber qué fue de nosotros antes de que ellos llegaran porque no imaginan que tuviéramos una vida antes de que ellos aparecieran. De tus propias experiencias pueden aprender y es un buen canal de comunicación.
Pregúntale sobre su futuro, qué le gustaría ser ,pero cuéntale también qué es lo que querías ser tú, si lo conseguiste o no y cómo fue tu experiencia. Tus logros y tus fallos le van a servir para entender el mundo y cómo funciona.
No le interrumpas cuando hable y tampoco permitas que él lo haga. La conversación también tiene sus reglas, es tan importante hablar como saber escuchar. Esto os enseñará a ambos el respeto y la tolerancia. De este modo estarás consiguiendo un hábito que te ayudará a comunicarte con él en un futuro a estrechar el vínculo.
No nos vamos a engañar, en la adolescencia posiblemente seguirá prefiriendo contarle sus inquietudes a su mejor amigo pero es posible que de este modo, le resulte más fácil plantearte un problema importante y a ti más sencillo acercarte a él. Por el camino, habrás disfrutado de unos momentos muy especiales.
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