Arriesgarse a mirar tranqueras afuera de la Escuela Agropecuaria. Lic. Juan Carlos Bregy

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En estos tiempos, donde términos como “biotecnología”, “eficiencia productiva”, etc. ya se han convertido en paradigmas de uso extendido, la Educación Agropecuaria -que no es, ni debe ser ajena a lo cotidiano- debería comenzar a re-analizar su perfil, a re-pensarse como oferta educativa de calidad en función a los tiempos que corren.
Si bien es cierto que la relación del Sistema Educativo -en general- con la comunidad, con el medio que la rodea está basada en la Oferta y no en la Demanda (por utilizar una terminología más cercana al mundo de la economía que al mundo de lo educativo) la Modalidad de la Educación Agropecuaria es una de las más expuestas a quedar en franca desventaja con el Sistema Productivo para el que, se supone, forma hombres y mujeres calificados para insertarse en este.
No solo la brecha entre la tecnología utilizada en la empresa agropecuaria y la Escuela se ha ensanchado en este último tiempo sino que, además, han comenzado a demandarse (producto de un sinnúmero de razones) nuevos oficios y profesiones que hoy por hoy, la Educación Agropecuaria no ha tomado en cuenta el poder analizar si está en condiciones de generar ofertas educativas para capacitar a jóvenes o para re- convertir a adultos en estas demandas.
Algunas de estas profesiones y oficios están relacionados con la misma producción (mandos medios con conocimientos en el manejo de nuevas tecnologías de producción y/o control, buenas prácticas…) o referidos a alternativas productivas (como la gestión de PYMES Agropecuarias, Microemprendimientos, Agroecología, Agricultura por Ambiente, etc.) o son relativos a un medio -como el rural- que si bien gira en torno a la producción agropecuaria necesita de otras estructuras laborales que servirían para que las comunidades puedan desarrollarse y no continúen siendo ámbitos expulsivos de jóvenes, que ávidos de incorporarse tempranamente el mercado laboral, parten hacia las ciudades.
Los Modelos Mentales dentro de las Escuelas poco han cambiado. Pareciera como si todos estuviesen cómodos con el rol que les han asignado. La producción agropecuaria requiere cada vez menos mano de obra y sí más emprendedores, pero eso no se avizora como prioridad. Las carreras universitarias que tienen que ver con el ámbito de la producción (Ingeniería Agronómica, Veterinaria, Forestación, etc.) en la inmensa mayoría de las veces tienen más alumnos que provienen de la ciudad que egresados de las Escuelas de Enseñanza Agraria…pero nadie se pregunta: por qué?.
Si hiciésemos un promedio de 15 (en muchos casos son más) egresados por año por Escuela y tomaríamos unas 400 Escuelas Agrarias en el país (que son unas cuantas más) que promocionarían esos alumnos, tendríamos unos 6.000 egresados anualmente desde la Enseñanza Agropecuaria “formal” (sin contar la Formación Profesional y otros cursos cortos y medianos).
¿Adónde van esos 6.000 jóvenes? ¿Son todos hijos de agricultores? ¿Todos ingresan a un escalón superior de estudios, sea terciario o universitario? ¿Todos consiguen trabajo de inmediato en el sector de la producción o en sus actividades conexas? Muchas preguntas y pocas certezas.
No sería arriesgado plantear que si en los próximos años, al menos el 20 % de las Escuelas de Enseñanza Agropecuaria no se arriesgan a mirar “tranqueras afueras”, no comienzan a virar su abordaje y dejan de trabajar desde su Oferta y empiezan por escuchar a la Demanda, las décadas por venir nos mostrarían una merma importante de Instituciones que se habrán quedado vacías: primero de sentido, luego de alumnos.
Este panorama no se revierte de un día para el otro o con la simple intencionalidad de cambiar por cambiar nomás y es cierto que muchas veces lo externo condiciona más que lo interno. Pero arriesgarse aunque más no sea a intentar ver o analizar lo que el medio y la producción están demandando, sería ya un buen síntoma.
El otro gran tema es que muchos, para no analizar seriamente lo que viene sucediendo, colocan por delante un cuestionamiento que viene produciendo debates históricamente estériles y sin sentido: si la Escuela de Enseñanza Agropecuaria o es Escuela o es Empresa.
La dicotomía presentada es falsa…sin embargo se la sigue discutiendo y en ello se nos está yendo va la vida.
Lástima que cuando nos demos cuenta que el dilema no es tal, para algunos ya será tarde: son los que hoy piensan que intentar el cambio sería perder identidad y no se dan cuenta que (de no cambiar) irremediablemente habrán comenzado a perder matrícula, con toda la carga que esto conlleva.
Lic. Juan Carlos Bregy
Director Ejecutivo de FEDIAP

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