Análisis espacial de la Zanja de Alsina en la Provincia de La Pampa, Argentina (1876-1879).

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Frontera, zanja y fortines. Una nueva forma de control El proceso de construcción e imposición del aparato estatalacional no fue lineal, sino que atravesó diversas fases de negociación y enfrenta miento que abarcaron casi la totalidad del siglo XIX. Luego de la batalla de Pavón (1861), una vez disuelta la Confederación, y con el objetivo de con solidar y centralizar su poder, las autoridades del nuevo Estado nacional argentino conformaron alianzas realizaron negociaciones con las élites provinciales para sumarlas a su proyecto. A su vez, reprimieron con su brazo armado castrense todo movimiento social que consideraran perjudicial a sus intereses políticos y económicos (alzamientos montoneros, intentos secesionistas, rebeliones gauchesco-campesinas y sociedades indígenas fronterizas, etc.). La institución castrense debía garantizar el esquema de dominación y control social planteado por el nuevo Estado-nación.
En este marco se producen los últimos avances en la frontera Sur planteada contra las parcialidades indígenas autónomas de Pampa y Patagonia.
Esta situación se debió en gran parte a la combinación de diversos factores: los tratados de paz con los distintos grupos aborígenes, el avance y empuje de los estancieros terratenientes movidos por la necesidad de tierras productivas para el mercado mundial y el comienzo del desarrollo ferroviario de la provincia que posibilitó un traslado de personas y recursos de provecho tanto civil como militar (Giberti 1969; Oszlak1981; Lluch y Salomon Tarquini 2008; entre otros). Alain Rouquié (1981; p.79) define al ejército de línea como “ el brazo secular de la oligarquía en el poder, el instrumento político del grupo dirigente ”. El mismo estuvo constituido por dos grupos diferentes: la oficialidad y la tropa. Esta división se basaba en un estricto orden jerárquico. La alta oficialidad estaba conformada por miembros de la elite político-económica de la Nación. En lo que respecta a la tropa (grupo mayoritario dentro de las organizaciones castrenses), su reclutamiento se llevaba a cabo de diversas maneras: con población masculina rural sin trabajo (vagos y mal entretenidos), con marginales a la justicia y en menor medida con extranjeros. Las tropas convivían y desarrollaban actividades y prácticas cotidianas en los asentamientos militares de frontera (comandan cias, fuertes, fortines, cantones, campamentos) (Salminci et al. 2010).
Durante la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880), se desarrolló un plan estratégico con el fin de lograr la ampliación de la frontera hacia el Sur y Oeste. El mismo fue llevado a cabo por el entonces Ministro de Guerra y Marina: Adolfo Alsina (1874-1877). Éste consistió en avanzar la línea de frontera mediante la ocupación de parajes de importancia estratégica para los indígenas. Se trataba de sitios de aguadas y pasturas permanentes donde las caballadas indias se reponían y alistaban para futuros malones.
Estos puntos estratégicos eran: Carhué, Puán, Guaminí, Trenque-Lauquen (en la actual provincia de Buenos Aires) e Italó (en la actual provincia de Córdoba) (Ebelot [1877] 2008).
A comienzos de 1876, la fuerza expedicionaria hizo ocupación de estos sitios. Este ejército, poseía armamentos modernos de retrocarga (Remington), corazas de cuero protectoras, para defenderse de las lanzas aborígenes, así como caballadas aptas y preparadas para la ocasión. A su paso, se iban tendiendo líneas telegráficas por el territorio. Una vez fijadas las posiciones, se construyeron en la nueva línea de frontera una serie de fortines que unían las distintas comandancias, muchos de los cuales fueron núcleos de futuras poblaciones. Estos asentamientos militares quedarían defendidos por tropa acantonada, e intercambiarían información con el fin de evitar las entradas de indios, o malones. Así, habían arrebatado a las sociedades indígenas 2000 leguas de tierra cuya producción sería volcada a los mercados mundiales. Con el fin de reforzar este sistema de defensa, Alsina encargó al ingeniero francés Alfredo Ebelot la construcción de un foso o zanja que uniera los distintos fortines. La obra de zanjeado estuvo a cargo de la misma tropa, y también fueron contratados topógrafos con el fin de confeccionar mapas de los nuevos territorios anexados (Figura N°1C). La zanja se ideó, como ya hemos mencionado, para evitar los llama dos malones en territorios ya conquistados, por lo cual, para ello la misma debería tener características precisas variando según las características del terreno. Ebelot lo detalla de la siguiente manera:
El foso que se intentaba excavar a lo largo de la nueva línea se extendería en una longitud de 400 km, con una abertura de 2,60 m de ancho y una profundidad de 1,75 m. El talud de los bordes había sido determinado según la consistencia de los terrenos que se atravesaran para evitar así los derrumbamientos. La anchura del fondo seria de 0,50 m. Por el lado de adentro se guarnecería el foso con parapeto de adobes de 1 m de alto, contra el cual se echaría la tierra sacada de las excavaciones, formando falda, y ésta se cubriría con un seto espeso de arbustos espinosos. En las partes donde el subsuelo estuviera formado por rocas duras, se reemplazaría la trinchera por un terraplén sostenido entre dos muros de adobes, lo cual presentaría en relieve el mismo perfil que la trinchera en hueco (Ebelot
[1877] 2008: p. 116). Existen numerosas quejas en los partes militares, con respecto al número de armas, estado de
la caballada e incomodidad de las nuevas corazas de cuero (Archivo del Servicio Histórico del Ejército, colección Lucha contra el indio) Carlos Landa ISSN: 0329-0573 (impresa) / 2362-5643 (en línea) . A detalle de la zanja y asentamientos militares (Domínguez 1882).
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