
Ernesto Bohoslavsky Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Introducción
Estas palabras expresan un conjunto de reflexiones producidas a partir de haber enseñado e investigado sobre historia latinoamericana de los siglos XIX y XX en instituciones universitarias de Argentina durante los últimos años.* Lo que intentaré presentar es una serie de problemas y de tensiones que encontré a la hora de abordar la historia de América latina como objeto de estudio y como contenido en diversos programas de enseñanza. Lo que espero defender con alguna perspectiva de éxito es la idea de que tanto la tarea docente como la de pesquisa sobre América latina no se sostienen sin la voluntad epistemológica y a la vez política por parte de quien enseña o investiga sobre este continente de que estas tareas son necesarias y deseables. Seleccioné dos cuestiones que son de especial interés para la historiografía. La primera de ellas es cómo hacer convivir la extendida creencia en la particularidad nacional con la pertenencia a América latina, esto es, la cuestión de cómo compatibilizar a países autoproclamados excepcionales con su inclusión como parte de un todo con algún viso de rasgos compartidos. La segunda es la propuesta de toma de conciencia sobre la necesidad de re-clasificar como “latinoamericanos” a ciertos fenómenos y actores sociales que han sido tradicional y exclusivamente estudiados como “nacionales”.
Acerca de las excepciones
Hace casi veinte años David Bushnell (1996) publicó un libro sobre la constitución de la moderna Colombia, en el cual planteaba que se trataba de una nación “a pesar de sí misma”. Es decir, postulaba la idea de que no obstante sus agrios conflictos políticos, una geografía que desalentaba la comunicación entre regiones y la endeblez de los recursos estatales, Colombia finalmente se había convertido en el siglo XX en una nación sin proponérselo. Por tanto, Colombia terminó siendo lo que debía ser a pesar de que las condiciones objetivas amenazaban con impedir el cumplimiento de esa misión, establecida por los científicos sociales más que por alguna ley. Lo que aquí interesa del libro de Bushnell, es la idea de la porfía, la supervivencia y –finalmente- triunfo de una identidad a pesar de las pésimas condiciones ambientales y de la existencia de otros proyectos alternativos y competitivos.
Podría decirse algo parecido sobre el continente latinoamericano, al punto de afirmarse que existe a pesar de sí mismo.3 Es que las fuerzas centrífugas son muy poderosas (quizás hoy menos que hace quince años), pero sobre todo porque las auto-adscripciones de los países que * Agradezco a Gabriela Aguila y a Gabriela Gomes sus lecturas críticas a una primera versión de este texto.
3 Sobre el vínculo entre el nombre (América latina) y lo nombrado, es indispensable el trabajo de Funes (1996). Ofrecí algunas ideas sobre el particular, en un intento por señalar algunas de las complicaciones derivadas de esa relación entre la palabra y la cosa, para quien quiera enseñar historia del continente (Bohoslavsky, 2011). Cuadernos del GESCAL. Año 1, No 1, Agosto de 2013 supuestamente forman parte de América latina no siempre incluyen esa pertenencia. Veamos algunos ejemplos de países que exhibieron y exhiben buenas razones para ser considerados más bien excepciones dentro del contexto latinoamericano.
La propia Colombia puede ser considerada en este sentido. Su supuesta excepcionalidad nacional ha sido motivo de largas consideraciones, muchas de tono amargo y quejumbroso.
La originalidad residiría en una historia de bipartidismo sempiterno y faccioso, que dio lugar tanto a alteraciones muy violentas como a alternancias pacíficas entre camarillas oligárquicas. Un fenómeno guerrillero que muta y no desaparece a seis décadas de haber nacido ofrece un buen punto para aquel que quiera defender la tesis de la excepcionalidad colombiana. Y lo propio puede hacerse con los múltiples impactos –económicos, culturales, políticos, demográficos- del fenómeno narco.
De igual manera, muchos intelectuales y políticos chilenos han sostenido durante mucho tiempo la tesis de la excepcionalidad nacional en el continente americano. No les han faltado razones para esgrimir tal idea. Tanto por esa “loca geografía” como dijo Benjamín Subercaseaux (1940), consistente en esa franja apretada entre los Andes y el mar, pero sobre todo por una inusitada historia de estabilidad política en el siglo y medio posterior a la independencia y por su transparente división en tres fuerzas políticas reconocibles por su pertenencia a la izquierda, el centro y la derecha en buena parte del siglo XX, la noción de excepcionalidad chilena ha sido un leit motiv muy reiterado y sumamente aceptado entre la población y las elites. Éstas durante mucho tiempo se autodenominaron “los británicos de América latina”, si seguimos a Bagú (1975).
Fuente https://ri.conicet.gov.ar/
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